lunes, 8 de septiembre de 2014

mi voz serà callada, pero mis manos hablaràn


( viene de la entrada anterior)
A las 12 hs y 55 minutos arribó al aeropuerto de Fiumicino o Leonardo da Vinci. Allì mismo tomó el tren  Leonardo Express que en 30 minutos la dejaría en la estación Termini. De allí, tomó taxi y fue a hospedarse en el Apartaments, Azzurra, que está en pleno centro de Roma y se puede llegar a pie a la Piazza Navona.  Eligió  éste Apartements, por su ubicación, costo y muy buen servicio.
Minutos más tarde de registrarse, ya estaba duchándose. Se vistió con un vestido color celeste y zapatos color negros, clásicos. Arrolló sobre su cuello, una chalina blanca y recogiendo su bolso ( este bolso, lo llevaba siempre con ella  ya que era muy cómodo. Pequeño, pero profundo y con compartimientos. Como si fuese un Neceser.), cerró la puerta de su Apartaments, y ya en la vereda, caminó unos metros y entró en una pizzeria. Buscó una mesa cerca del ventanal cuya vista era muy buena, ya que daba a la calle tan transitada. Después de saborear una riquísima pizza acompañada con un pocillo pequeño, de riquísimo y fuerte cafè.
Transcurrida una hora, abonò la cuenta y se dirigió al encuentro del Sacerdote Scorza.  Sabia que estaba en la Iglesia de San Luigi dei Francesi. Vio que se acercó al cordón de la vereda y estacionó un taxi . Estacionó y de él bajó una pareja. Corrió hacia él, y antes que el hombre cerrara la puerta, ella, sonriente llegó y subió. Dio la dirección de la mencionada Iglesia y  sus ojos gozaron con lo que velan.
Llegó, abonó y bajó del taxi, ingresando a la espectacular, magnifica Iglesia. Estaba finalizando la misa. Miró al joven sacerdote que oficiaba y esperó sentada en el último banco, mientras sus ojos recorrían toda la nave.
Quince minutos mas tarde, vio que el sacerdote que había oficiado la misa, se acercaba a ella mirándola fijamente. Ella se paró y aguardó. Una vez a su lado, el sacerdote la saludo.
- Buenas tardes. Soy el padre Scorza. Nuestro amigo, el padre Raùl, me llamó hoy por teléfono indicándome que usted llegaría hoy y que vendría para acá. Bien. ¿ Cómo está? ¿Cansada quizás del largo viaje?
- Mucho gusto padre. ¿Me creería si le digo que estoy muy bien? Quizás sea por los "bombardeos" que reciben mis ojos, pero Roma es para gozarla cada instante.
- Coincido con usted. Venga. Acompáñeme a mi oficina. Allí podremos hablar tranquilos.