jueves, 2 de febrero de 2012

Top-Secret





























































































































R E V E L A C I O N





                                  D E         L A 





    M I S T E R I O S A     V E R D A D



































                                                                                          Evìlmera Palade





























































































































Nota de la Autora







Este libro contiene hechos e informes que es muy necesario que usted, que está leyendo estas líneas, conozca por su propio bien y el de sus seres queridos.

Los nombres y apellidos, sea la del joven protagonista del libro como la de las personas que lo ayudaron en su huida del Centro de Detención de los Militares en Estados Unidos, la de una joven, abogado y del Sacerdote que ocultó y lugares de residencias fueron cambiados para seguridad de todos ellos.















































    ISBN 978-987-33-6818-9         

    1. Narrativa Testimonial. I. Título.
    CDD A863








































Dedico este libro a quien siempre estuvo dándome fuerzas para hacer realidad mis sueños. A quien siempre me dio más de lo que ella podía, sin importarle las consecuencias. A quien,  cuando la maldad golpeaba mi mente y cuerpo, me escuchaba y aconsejaba. A Ella: ¡Mi Madre! ¡Gracias Mamina!

















































































































































































Arlington. Estado de Virginia.



Es una mañana cálida, agradable. El sol se muestra alegre. Se escucha el trinar de los pájaros que vuelan sobre las ramas de los árboles que están ubicados en la acera frente al gran edificio que encierra tantas y terribles verdades escondidas y muy pocas, sí, mostradas al mundo. Un muchacho de unos veinte años, está parado en la vereda de enfrente de dicho edificio. Tiene puesto un vaquero, un abrigo de lana color azul, que se alcanza a ver una remera blanca debajo de éste, y una campera de corderoy  también azul. Calza zapatillas. Una moto Honda CBR de 600 cc, color azul está  parada  a su lado. Tiene algunos rasgos latinos en su rostro. Sus ojos negros miran fijo al hombre que sale del edificio del Pentágono

El Teniente Edgar Monroe de las Fuerza Especiales de Tierra, sale del Pentágono y camina hacia el south  parking donde tiene aparcado su coche, llevando en su mano izquierda un maletín negro. Hombre alto, tez blanca, cabello castaño claro, cuerpo fuerte, derecho, de 47 años. Todo él muestra seguridad, distinción y lo ayuda el ser buen mozo.  El joven corre  muy ligero hacia él gritándole a viva voz:

-¡¡NO LO HAGAS PÀ!! …¡¡NO LO HAGAS!!.....

El  Teniente Edgar  escucha los gritos y  ve a su hijo que viene corriendo veloz. Se detiene y en ese instante siente un golpe en su pecho provocando su caída.

-¡¡¡NOOO!!!  ¡¡¡¡PAAAA!!!!

Grita con todas sus fuerzas el joven mientras mira al coche que se aleja a toda velocidad.

- ¡¡¡ASESINOS, MALDITOS, ASESINOS!!!

Llega  donde está caído su padre y con mucha ternura, suavidad lo da vuelta y tiene entre sus brazos. Lágrimas saltan de sus ojos y bajan por sus mejillas. Del medio del pecho sale sangre  y mira esos ojos ya casi sin vida  que lo observan muy triste y apenas escucha su cortada voz que le dice:

-….ve…a...an...…a….fis….fi…s... …..dy…aa…fff…heher   yo….

-¡PA! ¡¡Calla, calla, ya te llevo al hospital pà, calla…!!

Y  con grande voluntad levanta el cuerpo herido de su padre  y entonces ve que vienen corriendo fuerzas de seguridad del pentágono y grita:

-¡¡Una ambulancia!! ¡¡Urgente por favor!!  ¡¡¡Rápido!!!!

Pero ya  es tarde. Su padre muere entre sus brazos. El se da cuenta y lo mira con ojos bien abiertos, llorosos. Se para  y lo abraza fuerte, muy, muy fuerte contra su cuerpo mientras sus piernas se doblan hacia el suelo. Llora fuerte acunando ese cuerpo que ya nunca más estará a su lado, nunca más compartirá  su vida. Y en un segundo, pasaron por su mente todos esos maravillosos recuerdos que vivió junto a su padre, desde niño hasta el día anterior.

-Lo siento hijo – dice un policía -  aquí viene la ambulancia….permitinos por favor. Déjanos actuar.

¡¡¡¡LO MATARON, LO MATARON!!!! ¡¡¡¡LO ASESINARON YO LO VI!!!!  ¡¡¡¡ASESINARON A MI PADRE!!!!

-¿Qué es lo que viste? –le pregunta un hombre mirándolo muy fijo- Soy el General trunan  joven. Repito la pregunta: ¿Qué es lo que viste?

 El joven lo mira y un muy fugaz alerta cruza su mente y lo atrapa. Sus ojos miran  el objeto que tiene en su mano derecha y reconoce el maletín negro de su padre que al recibir el impacto de la bala dejó caer a su lado. Había quedado olvidado ahí, en el suelo. Llega la ambulancia y dos enfermeros bajan de la parte de atrás de la misma con una camilla. Sin demoras y con autoridad quitan el cuerpo sin vida del Teniente Edgar Monroe, de entre los brazos del joven, lo suben a la ambulancia y esta parte veloz. El joven pestañeando reacciona y grita:

-¡HEY! ¡¿A DÒNDE LLEVAN A MI PADRE?!

- ¡Cálmate! ¡Sé hombre! Nos haremos cargo de todo lo necesario. Investigaremos lo sucedido. Si vistes algo tienes que decirlo.

-…Nada…nada…no vi nada…creí  ver pero…no…-dice mientras mira  las manos del general Trunan.

-Tranquilízate y ve a tu casa – le dice el general. Mira y hace un gesto con la mano libre a las fuerzas de seguridad  para que vuelvan al pentágono. Orden que es cumplida inmediatamente. Rápido y a grandes pasos los agentes emprenden la retirada -  Recibirás las instrucciones con respecto al velatorio de tu padre.

-Ese maletín es de mi padre. Me pertenece.

-Escucha joven. Este césped que estamos pisando y en el cual cayo herido de muerte tu padre, está dentro del área del Pentágono. Vi  el grado de teniente sobre su chaqueta.  Estaba cumpliendo con su deber por lo tanto este maletín pertenece a su trabajo. Es nuestra obligación conocer su contenido. Luego se te lo podrá entregar.

Mientras el General Trunan habla el joven se mira sus pies y se inclina para corregir el nudo de los cordones de sus zapatillas, mientras observa de reojo que la fuerza de seguridad ya está bastante lejos de ellos. Tensa  todo su cuerpo y se lanza sobre el estómago del general provocando la caída de éste. Da una patada muy fuerte a su cara y otra patada  al tobillo de su pierna derecha. Agarra fuerte el maletín caído y con todas sus fuerzas corre hacia la vereda donde está su moto. El saltar la valla, retirar la llave del bolsillo de su campera, calzarse el casco, hacer arrancar la moto y huir a toda velocidad, es todo en un chasquido de los dedos. Se mezcla entre el inmenso tránsito  del Washington boulevard, es decir la ruta 27 y haciendo zig-zag se dirige hacia su casa. Conduce como marca la ley para no ser detenido por  policías mientras continuamente mira por el espejo retrovisor a ver si alguien lo persigue. Sabe que será buscado, detenido y hasta muerto si cae en manos de ellos. Recuerda las palabras de su padre dichas la noche anterior “cuando ellos quieren algo o les molesta algo, nada los detiene. Alcanzan sus objetivos aún a costa de vidas inocentes…” Y él ahora era ese “algo” que les molestaría. Y mucho. Piensa en su madre. Cómo decirle, cómo explicarle lo que pasó y en ése preciso instante se da cuenta que para bien de su madre nada podía, nada debía decirle. Nada le dirìa.Cuànto menos estuviese enterada de la verdad, más segura estaría.

-¡OH pà, mà qué lío, qué locura! –dice mientras comienza  a descubrir la realidad. Su realidad. Y fuertes lágrimas brotan sin querer de sus ojos. Lágrimas de impotencia, de dolor, de rabia, lagrimas de….soledad…- cuánto vas a sufrir madre querida, cuánto, cuánto…qué hacer...qué hago…dónde ir….

Pasados 75 minutos, llega a su casa. Deja en la galería su moto y mientras quita el casco baja rápido de la misma con el maletín en su mano y abre la puerta principal encontrando a su madre que venía a su encuentro al oír el ruido de la moto. Deja caer el maletín y como un niño se arroja a sus brazos y la abraza muy, muy fuerte.

-¡¿Qué te pasa hijo?! ¡¿Por qué lloras así?! ¡¿Qué te ocurre?! ¡Hijo querido! ¡No me asustes! ¡¿Qué te pasa?!

-¡Mà!....a pà… ¡Oh! ¡Mà, mà!... ¡Qué locura, qué locura!

-¡¿Qué pasó con pà?!  ¡¿Qué pasó?! ¡¡DÌMELO!! –le grita mientras con fuerza lo retira de su abrazo y mira con ojos abiertos e  interrogadores. -¡¿Dónde está?! – y sus ojos miran hacia todos lados como buscándolo.

-¡MA! …¡Pà….está….está muerto…!

-¡¡NO!!…¡¡¡¡NO NO NO!!!! ¡¡OH DIOS!! ¡¡NOO!!

Martín la abraza con más fuerzas reteniéndola al ver que su amada madre lucha con él para salir a buscarlo aunque no sabe dónde. Los dos muy abrazados lloran fuertemente. Martín acaricia sin cesar los cabellos negros de su destruida madre.

-¡Perdón Mà!...no pensaba decírtelo pero no puedo mas….

-¡¡Hijo, hijo querido!! ¡¡Qué dolor!! ¡Edgar mi amor! Pero… ¿Cómo fue? ¿Dónde está? ¿Qué pasó?

Martín conciente de los preciosos segundos que estaban  viviendo, toma fuertemente de los dos brazos a su dolorida madre y alejándola frente a sí mismo y sujetándola muy nervioso exclama:

-¡Madre, madre mía! ¡Hay otro problema más urgente y!...¡Ma!...¡Ayúdame!¡Ayúdame por favor!

-Pero… ¡¿Qué está pasando?! …qué…

-¡Madre tengo que huir, esconderme de ellos! ¡Le saqué el maletín de pà a un militar, le pegué unas patadas y escapé y ahora, estoy seguro que estarán buscándome y vendrán a casa!

La  pobre madre lo mira cada vez más horrorizada y comienza a mirar hacia las ventanas y puertas de la casa temiendo encontrarse con algún militar. Ve el maletín en el suelo, se deshace de las manos de su hijo y recoge el maletín  ofreciéndoselo.

-¡Toma! ¡No demores ni un minuto más! ¡Entrégaselo, discúlpate y todo estará bien! ¡No demores! ¡Has hecho un acto muy malo que ni tu padre ni yo te enseñamos! ¡¿Cómo pudiste golpear a alguien?! ¡Y nada menos que a un militar!

-¡Mà! ¡No entiendes! ¡No puedo ir y devolver el maletín de pà porque contiene secretos…..horribles….! ¡Es peor que una bomba!

Martín nota que los ojos de su madre miran sorprendida, a él y al maletín.

-¡¿Secretos horribles?! ¿Cómo lo sabes? ¡Oh Edgar! – exclama mientras deja caer el maletín sobre un sillón de pana  y  se agarra fuerte la cabeza entre sus manos.

- Desde hace unos meses que lo noté cambiado, nervioso, triste….descansaba mal…miles de veces le pregunté qué le pasaba y  nunca, nunca quiso decirme  nada….

Quita sus manos de la cabeza y mira fijo a su hijo

- ¿Quién te avisó? ¿Dónde fue…lo viste?

-Mà, ésta mañana fui al pentágono porque quería que pà me ayudara con algo de dinero que necesito y cuando estoy llegando veo que él sale con este maletín  y a pocos metros pasa un coche oscuro y le tiran unos tiros. Corrí y apenas pudo hablar…

-¡¿Qué te dijo?!

-…me dijo…que…escondiera el maletín…que tenía secretos horribles…- Martín calla otra verdad escondida porque ahora no puede decirle nada a su madre -  y  llegaron policías y un hombre que dijo que era general tomó el maletín y no me lo quiso dar…por eso lo golpeé y huí ¡Y AHORA TENGO QUE ESCAPAR MA! ¡AYUDAME! ¡¿Qué hago?! ¡¿Dónde voy?! ¡Si me atrapan me meten preso y…y ya no está pà! – grita nervioso mientras corre a su cuarto, abre el placard, saca una mochila y comienza a arrojar dentro camisa, remera, abrigo, un vaquero, y ropa interior. De su mesa de luz toma las tres tarjetas de crédito y dinero en efectivo que guarda en su billetera. Su madre ya está a su lado mirando con ojos llorosos y de  horror todo ese movimiento de su desesperado hijo. Pronto arranca una manta de la cama  y dobla  mientras dice:

-¿Dónde están esas sogas finas que tu padre te regaló? ¡Ata esta manta con ellas y llévate otro par de zapatillas! ¡O mejor los borcegos! Creo que es mejor que vayas a vivir por un tiempo hasta que todo pase a lo del tío Manuel. Después hablaré por teléfono con él explicándole todo. Te va a cuidar bien.

Se saca el rosario que tiene sobre su pecho y lo coloca en el cuello de su hijo.

-El te va a proteger. Siempre, siempre pedile a El  y a la Virgen María  que te ayuden en todo. Yo voy a rezar mucho por ti hijo mío, mucho.  – dice mientras tiene entre sus manos la cara  triste, llorosa de su hijo-niño. Lo besa una y mil veces y él la abraza fuerte, fuerte. Los dos lloran suavemente. Casi en silencio. Como queriendo ocultar sus llantos uno del otro.

-¿Y vos mà? ¿Qué vas a hacer? – Pregunta triste y lloroso -  Te dejo sola en el momento que más me necesitas ¡Seguro que vendrán aquí pronto!  Acuérdate lo que decía siempre pà del teléfono y todo lo demás.

 Ella se desprende del abrazo y mientras corre hacia el baño dice:

-¡No te preocupes! ¡Ahora lo más importante hijo querido es tu seguridad!  Si no puedes ir en avión, busca un barco o algo así y sino con la moto por carretera, siempre alerta, con mucho cuidado. ¿Tienes los primeros auxilios en la mochila de la moto? ¿Linterna, fósforos? Vas a necesitar éste champú, jabón y toalla.

-Si. Tengo todo.  Ya basta mà. ¡Debo irme!

Ambos se retiran del cuarto y martín al llegar al maletín lo abre, extrae varios papeles y guarda dentro de la mochila dejando el maletín sobre el sillón.

-¿Hijo, estás seguro de hacer lo correcto? ¿Qué vas a hacer con esos papeles?

-Por ahora no sé mà…cuando esté más tranquilo pensaré qué hacer con ellos. ¿Qué número de teléfono tiene el tío Manuel?  ¡No lo recuerdo!

-¡Pero si vi que has guardado la agenda y allí tienes las direcciones y teléfonos del tío Manuel y los otros!

-¡Oh, qué imbècil!

Ella lo abraza fuerte, mientras acaricia sus cabellos y besa su rostro.

-No hijo mío querido, imbècil no. Estás  viviendo horas muy dolorosas y te sientes solo...pero…mira hijo querido,  cuando te sientas solo, desesperado, triste, mira tu reloj porque a cada hora yo estaré pensando, rezando y diciéndote ¡Hijo mío te amo! ¡Fuerza mi amor! ¡Lucha amor mío! ¡Lucha por ti por mí y…por pà...! ¡Lucha, lucha, lucha  amor mío, hijo querido! ¡Tesoro de mi vida! ¡Lucha…lucha…lucha…!

Los dos, madre e hijo abrazados lloran porque se dan cuenta  de que una realidad tremenda los está envolviendo.

Con los últimos besos sobre sus cabellos, rostro y manos de su amada madre, martín se desprende de esos brazos que siempre lo ampararon, protegieron y  rápido sale de la casa que hasta horas antes fue su dulce hogar. Su alegría, su paz. Acomoda la mochila sobre las mochilas que tiene en sus costados la moto y ata la manta a la misma. Se coloca el casco, arranca y mirando por última vez su casa, viendo la figura de su madre en la puerta  abierta, grita:

-¡Te amo Mà! ¡Cuídate! ¡Fuerza Mà! ¡FUERZA! 

Ve el llanto desgarrador de su madre juntando sus queridas manos sobre su pecho y mientras acelera escucha sus gritos:

-¡HIJO MIO! ¡¡LUCHA, LUCHA!! ¡¡LUCHA!!

































































Luego de veinte minutos de viaje ve un Banco y se detiene para extraer dinero en efectivo por medio de las tarjetas de crédito. Nervioso y apurado retira todo el efectivo porque piensa que quizás congelen sus extracciones y agrega quinientos dólares al dinero que tiene en la billetera. El resto del dinero lo guarda en la mochila. Continúa su viaje hacia el Ronald Reagan Airport, y camino al mismo, se detiene en una estación de servicio para llenar con combustible el tanque de su moto. Realizada la operación se dirige al aeropuerto. Mucho después, llega a un aparcamiento que esta las veinticuatro horas abierto. Se acerca a una oficina y pregunta:

-¿Cuánto es el tiempo máximo de alquiler para dejar la moto?

-El que quieras. Pagas antes el tiempo que necesites y la moto estará aquí esperándote.

-Alquilo por treinta días…mejor por sesenta días.

El hombre  llena el papel de contrato con los datos  de la moto y luego que  Martín abona el total de la suma, le entrega la llave del compartimiento para guardar lo que desee, el recibo y el contrato que le pertenece.

-La zona para las motos es sobre la izquierda muchacho.

-Esta bien. Gracias.

Decide dejar las mochilas, manta, casco en el compartimiento e ir a comprar el pasaje hacia Venezuela. Una vez sabido la hora de vuelo, regresaría a buscar sus pertenencias. También deja dentro del compartimiento, la llave del mismo y el contrato firmado, para mayor seguridad. Porque las puertas de dicho compartimiento, al cerrarse quedan automáticamente cerradas. Prefiere pedir nuevamente el otro juego de llave que tiene el dueño del aparcamiento

Al llegar al aeropuerto de Reagan, se dirige al mostrador de informes en la Terminal C, y allí le es indicado línea aérea y horario de viaje hacia el país de su madre: Venezuela. Tendría que aguardar cinco horas para tomar su vuelo. Mientras camina hacia la puerta B, en busca de la línea aérea Delta que lo llevará a destino, piensa que entre ir a buscar sus cosas y volver, aún le quedan dos horas y media de espera. La idea no le agrada nada. Piensa y piensa qué  debía hacer para estar seguro, y de pronto, se encuentra frente al rostro de la operadora que le dice algo que él no entiende por no estar prestando atención.

-Disculpe por favor señora. Estaba distraído. Deseo un pasaje para el próximo vuelo a Venezuela.

-Pasaporte por favor –pide mientras a la vez escribe en el ordenador. Fue unos segundos después que la señora volcó los datos suyos en el ordenador, cuando ella pestañeo y su mano derecha  tomó el teléfono interno y habló a través de él. En ningún momento lo miró, pero Martín sí.

Y se dio cuenta. En ese preciso instante se dio cuenta que estaba perdido. Atrapado. Respirando hondo mira hacia todos lados y ve que dos hombres vestidos de civil, traje gris claro y un policía se acercan del lado izquierdo suyo. Los tres hombres son de unos treinta, treinta y cinco años.

Mordiendo su labio inferior y respirando hondo, nervioso, Martín mira hacia su lado derecho como buscando dónde escapar. Su mente grita “¡Corre!”  Y con gran angustia ve que otros tres policías  y tres jóvenes uniformados, de diferentes direcciones caminan hacia él. Escucha  una voz  detrás suyo que con firmeza, a la vez que extiende su mano derecha hacia la operadora para que le entregue el pasaporte, le dice:

-Acompáñenos señor por favor.

Siente que es obligado a caminar, a seguirlos por  dos garras que sujetan sus brazos. Son las manos de los dos hombres que están vestidos de civil. Los policías y uniformados caminan a los lados y detrás suyo. Fuertemente custodiado es llevado a una sala pequeña donde hay un escritorio y sobre el un teléfono y tres sillones. Los policías y uniformados quedan esperando afuera. Dentro de la sala uno de los hombres vestidos de civil le dice:

-Tenemos orden de trasladarte a una unidad de detención.  Pero noto que falta una mochila que tienes en tu poder. ¿Dónde está?

-…No,  no se de qué me está hablando….

-Mira muchacho. El cuándo lo decides tú. El cómo….lo decidimos nosotros. Te aconsejo que lo pienses bien.

-Quiero mi abogado. Tengo el derecho de reclamar un abogado defensor…

-¿Dónde está la mochila? Luego tendrás un abogado.

-¡No! ¡Lo quiero ahora! ¡Ustedes no me pueden obligar a hablar sin un defensor a mi lado!

-Por última vez te lo pregunto. ¿Dónde está la mochila?

-¡No se de lo que me habla! ¡Quiero mi abogado!

El hombre se acerca despacio y queda mirándolo fijo a escasos centímetros suyo. Bajo dice:

-Los terroristas no tienen abogado defensor.

Y rápido se llega a la puerta, abre y llama a los uniformados. Habla en voz baja con ellos y hace entrar cerrando la puerta. Martín  ve que muy rápido esposan sus manos detrás de su espalda y colocan capucha sobre su cabeza y rostro. Lo retiran de la sala y con fuerza lo obligan a caminar encorvado. Se siente llevado  a grandes pasos y a empujones. Su mente es un caos de pensamientos. Lágrimas de impotencia, dolor, humillación y soledad saltan de sus ojos. Sin ningún miramiento es introducido dentro de un coche que parte veloz ignorando dónde es llevado. Se da cuenta que está sentado en el medio de dos hombres que imagina que serán los uniformados. En el asiento de adelante escucha la misma voz que lo interrogaba hablar por un celular o algún otro equipo de contacto.

Después de más de una hora de viaje siente que aminora la velocidad del coche hasta detenerse. Oye voces externas y la voz del hombre que lo interrogó. Escucha ruido de metal y al emprender la marcha el vehículo se da cuenta que deben haber pasado una puerta de rejas y comprende que no sabe qué hacer. Tiene la mente en blanco y un fuerte e incontrolable temblor recorre todo su cuerpo. El coche se detiene y lo bajan brutalmente. A empujones lo hacen caminar rápido y esto hace que tropiece,  y caiga. Es golpeado por unas botas en su costado derecho y siente que se le corta la respiración. Un fuerte dolor  provoca que se contraiga y vuelve a sentir otros golpes de patadas hasta que logra levantarse y nuevamente lo empujan. Escucha que abren una puerta, pasos, voces bajas, nuevamente pasos y unas manos revisan toda su ropa quitándole los documentos, billetera, tarjetas de crédito, celular, rosario colgado en su cuello y  pañuelo que tenia. En realidad nunca más vuelve a recuperar su documento ni billetera. Y vuelta a caminar a empujones. Lo empujan fuerte y cae dentro de una celda que cierran dejándolo solo. Le dejan puesta la capucha.

Martín queda quieto en el mismo lugar por unos minutos esperando no sabe qué. Respira agitado. El costado derecho de su  cuerpo le duele y traga saliva esperando….

-¿Hay alguien aquí? –pregunta pensando que no estaría solo, pero el silencio le responde.



Comienza a cansarle la posición de los brazos y a sentir frío. Piensa en el lío que se metió y en que su padre ya no está más a su lado para poder ayudarlo como siempre lo hacia. Sus pensamientos son interrumpidos por  hombres que lo vienen a buscar y lo llevan a  un cuarto donde por fin le quitan la capucha y puede ver todo lo que lo rodea. Sus ojos ven a un uniformado en la puerta que está cerrada, una mesa, silla aunque no le permiten sentarse y un militar detrás de un escritorio que sentado en un sillón lo mira fijo. Martín sostiene esa mirada hasta que sin querer pestañea varias veces seguidas y mira a su alrededor.

- Recibimos un informe del general Trunan y una orden de arresto e indagación contra su persona. Sin entrar en detalles ya que acá –dice tomando unos papeles que están sobre el escritorio  mostrándoselo y colocándolos nuevamente sobre el mismo – están todas las referencias sobre su persona, familia, residencia, estudio, etc., etc.

- Quiero mi abogado - dice cortándole  las palabras – Conozco mis derechos.

El militar continuó mirándolo fijo y una leve sonrisa irónica  aparece en su rostro.

- Creo que si analiza  la situación en que se ve comprometido, le aportaría beneficios el que cooperara con nosotros. Su madre cooperó. Haga usted lo mismo. Por su bien. Usted tiene en su poder unos papeles que estaban dentro del maletín  que le robó al general Trunan. Devuélvalo y podrá continuar su vida tranquilo. De lo contrario estará detenido hasta que logremos su cooperación. Y en cuanto al reclamo de la presencia de un abogado, olvídelo.

- No se de lo que me está hablando….

 Martín ve que el militar  se para, recoge los papeles y antes de retirarse ordena:

 - Llévelo a la cámara número uno.

 Rápido el uniformado le vuelve a colocar la capucha y tomándolo fuerte del brazo lo retira de allí y obliga a  caminar. Al salir siente que otra mano aferra fuerte su otro brazo y camina, camina, camina hasta que a  empujones lo introducen en un cuarto.

- Orden de limpiarlo.

- ¿Todo un pimpollo eh?  Vamos amiguito, vamos a ver tu linda carita – dice mientras le quita la capucha - ¡Vaya! ¡Un negrito latino!

Martín ve que las paredes están cubiertas con  azulejos de color claro. Uno de los uniformados le quita las esposas mientras le ordena que se quite toda la ropa. Al estar sin la capucha y con libertad de movimientos sus brazos y manos, se siente más relajado y ni bien termina de desvestirse, un uniformado le patea las ropas contra un rincón y siente el tremendo impacto de chorro de agua muy, muy fría contra su cuerpo, su tórax que le corta la respiración  y lo arroja contra la pared que está detrás suyo. Apenas si puede darse vuelta y proteger su estomago y rostro. No estuvo preparado para recibir ese impresionante golpe de agua fría que el tipo arroja contra él, con una manguera para estos fines.  La fuerza del  agua castiga su espalda, nalgas, piernas, cabeza,  como si fuesen  varillas. Y luego de unos minutos, cesa ese ataque violento. Temblando de frío es obligado a vestirse mojado como está. Colocan la capucha,  le esposan las manos, pero esta vez la posición es delante de su cuerpo y tomando sus brazos lo llevan nuevamente a empujones frente al militar que había interrogado anteriormente. Vuelven las mismas preguntas y las mismas negaciones de él.  Esta vez el castigo es, después de quitarle la capucha, que hunden su cabeza dentro de un cubo repleto con agua hasta que Martín siente que sus pulmones van a estallar. Sujetando su cabeza por los cabellos, es quitada del cubo y el respira con la boca bien abierta buscando aire y nuevamente empujan su cabeza dentro del agua y sostienen con fuerza. Repiten esta acción tres veces pero  se descompone y pierde el conocimiento.

Le hacen  reaccionar y vuelve el interrogatorio, pero esta vez él responde con el silencio. El castigo es la picana en sus testículos dos, tres, cuatro veces. Lágrimas de dolor saltan de sus ojos. Sus gritos rebotan contra las paredes. ¡Ah! Cree que va a morir del dolor. Martín siente que ya no resiste más y se hunde en el terrible dolor. Es llevado a rastras por dos uniformados a una celda y arrojado sobre el piso. Lo abandonan y queda solo. No tiene fuerzas para nada. Un incontrolable temblor de apodera de todo su cuerpo. Su mente y labios sólo saben decir:

-….Mà….pà…..mà….

Se siente terriblemente solo. ¡Qué soledad pero qué soledad siente! No sabe qué hacer, no atina a nada. Sólo se queda quietito temblando sin cesar como esperando un golpe sobre su cabeza. A los cinco minutos lo buscan para llevarlo a un nuevo interrogatorio. Lo llevan a rastras. Apenas puede caminar, ya que siente mucho dolor en la zona genital. Y los modos de indagación ya son violentos. Martín prefiere callar y no confiar el destino de la mochila y que con tanta  insistencia  los militares norteamericanos quieren conocer. Se da cuenta que ese secreto es su salvación. Mientras aguante las torturas estará vivo. Si logran quitarle el secreto, su vida no valdrá nada. Lo matarán y será otro desaparecido más de los millones de desaparecidos que existen en el mundo. Esta vez el castigo es muy doloroso: lo llevan a su celda y entre cuatro uniformados comienzan a golpearlo cada vez más fuerte en todo su cuerpo. Golpean su cabeza, cara y  piernas con palos y bastones metálicos. Al caer al piso, uno de ellos le golpea y pisa con toda su fuerza su mano derecha  mientras otro lo patea con fuerza en los genitales y tobillos. Grito terrible y desmayo fue todo en uno. Cuando despierta, sus ojos ven una pared y se ve tirado sobre el piso de la celda. Su ropa aún mojada, sucia y manchada con sangre. Su sangre. Siente un inmenso dolor en todo su lastimado cuerpo. Apenas si se mira. Cierra fuerte sus ojos. Y después de unos instantes, vence esa sensación muy desagradable que siente en su estomago,  Nunca pensó que podría sucederle lo que estaba viviendo.  No tiene fuerzas para nada. Todo su cuerpo está dolorido  y no sabe qué hacer para calmar tanto dolor y soledad. Lentamente, suavemente se arrolla.  Queda así en posición fetal, y  cierra los ojos mientras llora en silencio.

No sabe cuánto tiempo  queda así en la celda ni qué hora es cuando vienen a buscarlo nuevamente sin ninguna clase de contemplaciones, por supuesto. ¡Estaba tan cansado!

Su silencio fue la respuesta a las preguntas. Y  lo llevan al cuarto de las torturas. Mientras es llevado dos uniformados le obligan con gran fuerza que lleve su cabeza tan  inclinada que Martín apenas puede caminar, además de que tiene esposadas las manos hacia atrás,  por tal motivo lo arrastran violentamente. Llegan a un cuarto donde lo desnudan y arrojan boca abajo. Liberan sus manos para luego atarlas lo mismo que a sus pies a unas argollas que hay en el piso. Es decir que queda con los brazos abiertos en cruz y las piernas abiertas.

- ¡Esto para empezar! – dice un uniformado mientras le patea fuerte en la entrepierna. Sus compañeros ríen  a la vez que cada uno de los cuatros que allí hay, saltan sobre sus piernas.

Martín grita fuertemente enloquecido de dolor. Es imposible poder detener su llanto que sale con fuerza de sus ojos.

- Y ahora escucha muy bien lo que te digo. Queremos oírte cantar  como un tenor  la…. ¡La traviata, eso es! ¡Vamos canta! ¡Canta fuerte! ¡Canta te digo!

Martín no tiene ni idea cómo es el tema que le piden.

-….No….no se….no…no se…

-¿Qué no sabes? ¿Eres tan inculto que no conoces la traviata?

- ¿Qué puedes esperar de un latino?

- Pues entonces que cante  como Pavarotti – dice otro uniformado - ¡Canta, canta que queremos escucharte!

-….No se…. ¡OH! no se…no se….

-¡Pero será posible! ¡Tan ignorante eres!  ¡Malo, malo, malo!  Pero… ¡No importa! ¡Canta como si fueses un tenor!  ¡Pronto! – dice mientras le golpea con el bastón metálico en las nalgas.

     - ¡Ahhhh! – gime Martín mientras escucha los gritos de ellos reclamando el canto. No sabe qué cantar.

      Pero sí conoce cual es el canto de los tenores y tímidamente comienza a cantar un suave  ohhhhhohhhohhh

    - ¡Mas fuerte! ¡Eso es un insulto al arte! ¡Más fuerte te digo! – y vuelve a pegarle con el bastón metálico en las  nalgas y piernas.

    - ¡OhhhhhOHHHHohhhhh!

    - ¡Más fuerte! ¡Más fuerte!

Ahora son todos quienes lo golpean con sus bastones en las nalgas, piernas,  Pies, brazos, manos,  espalda, cabeza.

-¡OOOOHHHHHOHHHH!....OOOHHHHH!  HHHHOOOOOHHHHHHH!

- ¡Ahora con A! ¡Rápido! – y más golpes.

- ¡AAAAAHHHHH!  ¡AAAAHHHH! ¡AAAAAHHHHH!

-Bien, muy bien. Ahora cierra esa sucia  boca.

Martín está con los ojos cerrados fuertemente, temblando de dolor y huele olor de cigarro encendido. Apenas si puede darse cuenta de esto cuando siente un profundo dolor en su nuca. Un cigarro está quemando su nuca. Y otro cigarro en sus nalgas. Y otro en sus costillas. Y otro en sus pies. Escucha sus risas, sus insultos. Martín grita y grita y grita de dolor y viene en su socorro el desmayo. Ya incapaz de continuar tolerando semejante dolor, se desmaya.

Vuelve en sí al sentir agua helada sobre su cabeza y cuerpo. Lo desatan, esposan sus manos  y vuelven a llevarlo desnudo, frente al militar interrogador.  En realidad lo arrastran porque obligan con fuerza brutal que lleve su cabeza muy inclinada y  de esa manera es muy difícil poder caminar. Además los pies los tiene tan heridos que es un tormento atroz el pisar el suelo.

 Y el dolor que siente en todo su cuerpo, principalmente en las partes que fueron quemadas, y entrepierna, le provoca estado de desorden mental. Y al estar frente a su enemigo, así humillado, no reacciona y calla.

- Esta es la última oportunidad “suave” que tiene de cooperar. Luego será interrogado por otra persona y sus métodos son más fuertes que los que le estoy ofreciendo yo. Sea inteligente  y todo será mejor para usted.

Martín está descompuesto y no atina a decir nada. Y luego de unos instantes es bruscamente retirado de allí. Y con la tortura que le aplican deja de ser el niño-joven para ser el hombre.  Lo obligan arrodillar delante de un balde que está  lleno de agua con excrementos humanos.

 Con terrible   fuerza hunden su cabeza dentro del balde y tienen así durante algunos instantes. Cuando retiran su cabeza del balde, su cara está toda sucia de inmundicias. Uno de los uniformados, con un fuerte tirón de sus cabellos tira hacia atrás su cara, mientras otro uniformado le introduce dentro de su boca, materia fecal obligándolo a tragar esa inmundicia. Rápido lo retiran de allí y arrastran a un patio grande exterior mientras va teniendo fuertes arcadas y vómitos. Ve que grandes reflectores iluminan una gran zona de césped y árboles. Y al  llegar cerca de ellos, quitan  una tapadera que está sobre la tierra y que esconde un pozo. Quitándole las esposas, lo empujan dentro cubriendo luego el hoyo.



























Martín se siente arrojado dentro de un pozo oscuro, frío, húmedo y profundo totalmente desnudo. Cae boca abajo  y golpea fuerte con todo su cuerpo, y en un acto innato, al apoyar sus manos en la caída, un dolor desgarrador recorre su mano herida. Grita fuerte y un vomito sube por su garganta.  Padece fuertes arcadas y vómitos. Escupe. Escupe mucho. El olor asqueroso que brota de su cara al estar toda sucia y la inmundicia obligada a tragar, descompone muchísimo su estomago. No puede controlar las arcadas ni vómitos y entonces escupe muchísimo. Durante varios minutos sufre estas descomposturas.

No ve nada de nada. Oscuridad total Al principio, cuando cae en ese pozo tan oscuro, luego de unos instantes se da cuenta con tremendo  horror que no sabe qué hay allí. Se queda quieto por mucho, mucho tiempo casi olvidándose del terrible dolor de su mano, y las quemaduras de su cuerpo. El corazón le late aceleradamente, transpira y tiembla mucho. El miedo se apodera de él. Teme alargar la mano y tocar algo o alguien. Miles de imágenes de monstruos se le vienen a la mente. Teme hablar. Teme respirar. Teme levantarse y dar un paso. Teme cerrar los ojos. Por instinto muy, pero muy despacito levanta su mano herida del suelo y la lleva contra su corazón y vuelve a protegerla con su mano izquierda. Está muy alerta. Lentamente acomoda su cuerpo y comienza a raspar sus mejillas de un lado hacia el otro para borrar la suciedad que tiene en ella. Luego queda con la mejilla apoyada sobre el piso de tierra  esperando….esperando….

Siente deseos de orinar y  evita la acción. Un fuerte calambre invade la pantorrilla de su pierna izquierda y cierra fuerte los ojos deseando con toda el alma que se le pase ese intolerable calambre. Y cuando nuevamente siente deseos de orinar, ya no le importa orinarse encima. Aunque con mucho dolor lo hace, ya que siente esa zona muy dolorosa, por las patadas recibidas... Y….tiene sed.



Después de quedarse durante mucho tiempo quieto en esa posición, piensa que está solo porque nadie habló y nada lo atacó. Ese pensamiento hace que comience a sentirse más calmo, pero no obstante eso, con  temor y alerta  empieza a enderezarse y queda sentado. Nuevamente escupe. Cada movimiento de su cuerpo repercute en sus heridas y sufre mucho. Siempre con lentitud, recoge sus piernas y se abraza a ellas. Las plantas de sus pies están muy heridas y cualquier roce causa un ligero temblor en todo su ser. ¡Qué frío y oscuridad lo envuelve! Y piensa  que no sabe si lo arrojaron allí para matarlo de hambre y sed o sólo por algunos días. De hecho, no sólo se orina encima siempre, sino que también mucho después, no le importa ensuciarse con su materia fecal. Después de mucho, mucho tiempo, que para él es una eternidad, siente que el sueño lo va venciendo. Y aunque lo rechaza porque teme que algo le ocurra mientras esté dormido, llega un momento que no resiste más y sus ojos se cierran vencidos por el sueño. Sin comida ni bebida pasa allí no sabe cuántos días ya que la oscuridad es la reina del lugar.

 El recuerdo de su madre golpea con fuerzas su mente y también recuerda el por qué  está viviendo ahora esa terrible situación, pero no quiere pensar en eso ahora. Es muy grande y terrible el secreto que está escrito en los papeles que estaban dentro del maletín de su padre. ¡Y esa es su salvación! Mientras no diga dónde está la mochila, tiene vida, por eso comienza a pensar cómo hacer para salir de ese tremendo lío. Con insistencia vuelve el recuerdo de su madre, padre, casa, la muerte de su padre. Llora mientras sigue recordando el coche negro escapando. El militar con el maletín en su mano, la ambulancia, su huida, nuevamente el rostro lloroso de su madre mientras se alejaba en la moto, su grito, su grito, su grito….y… el recuerdo de ese grito de su madre es lo que provoca una reacción de lucha feroz en todo su ser.

-¡¡¡SI!!!  ¡¡¡¡SI LUCHARE, LUCHARE, LUCHARE!!!!  ¡¡¡SI!!!

Sacude su cabeza hacia ambos lados como despejándosela y un súbito mareo hace que se quede quieto. Calma su respirar y alivia todo su cuerpo, es decir, se relaja. Siente malestar en su estómago por falta de comida, posición de su cuerpo y también, por supuesto, las inmundicias que tragó,  nervios y dolor de cabeza y escupe. Con fuerte voluntad va dejando de lado  su estado de victima y el deseo de salir de allí, de vivir, lo empuja a armar un plan de escape.

-“Soy joven y fuerte – piensa. No quiere hablar en voz alta consigo mismo por temor que en ese lugar haya filtros para escuchar – tengo que recuperar mi estado anterior y aunque nunca fui musculoso ni peleador, mi cuerpo puede lograrlo. ¡Y cómo lo lamento ahora no haber sido provocador y alejarme de las peleas de mis compañeros de escuela! ¡Mis amigos! ¡Si supieran dónde estoy! Y quizás ellos también estén siendo investigados…todo, todo un “rastrillaje” como decía pà…. ¡No! ¡No debo perder tiempo en recuerdos! ¡Tengo que lograr salir de aquí vivo!  Aquí estoy solo y…..tengo que dejar de ser cobarde, llorón….estoy solo, solo, no está mà ni pà para ayudarme, protegerme…y aunque soy miedoso….tengo que hacerlo…me levantaré  y quedaré parado y mientras espero que me saquen de este pozo, haré ejercicios y callaré mi mente….sólo debo pensar en armar muy bien un plan para escapar…..en las películas todos son héroes, fuertes, bravos ¡OH sí!…¡Qué diferente es en la realidad! Solamente me puede comprender alguien que fue arrojado en este pozo como yo, todo lo que realmente se siente de verdad cuando estas abandonado, solo, solo en total oscuridad…. ¡la soledad!…la impotencia….el miedo a las torturas, el dolor  ¡Oh! ¡Los  terribles dolores que se conocen!…..el no saber qué hacer…….  – se para –….estoy todo sucio de orina y… ¡Qué asco! ” . Y vuelve a escupir.

Nuevamente se siente mareado y con deseos de vomitar. Escupe.  Transpira, cierra los ojos y queda quieto así por unos minutos hasta que logra vencer la descompostura. Desde ese instante no se ensucia  más encima  Y despacio pero decidido, comienza a preparar su cuerpo y mente para vencer  de la mano de su nueva amiga: su voluntad. Y luego de mucho tiempo, ignora los días, escucha ruido sobre su cabeza y una luz potente lo enceguece, haciendo que no pueda mirar hacia arriba.

-¡Vamos, arriba!

Le ordena una voz mientras le alcanzan una soga para que trepe por ella hacia  afuera. Y Martín comienza a representar el papel en el que se juega su vida.  Mostrando una debilidad mayor de la que realmente siente, obliga a un uniformado que baje y ayude a sacarlo del pozo. Es llevado a rastras ante el militar cuya cara,  jamás va olvidar este joven. Lo arrojan al suelo y desde allí escucha la misma pregunta de siempre. Pero esta vez Martín tiene una respuesta.

-….usted quiere…….la mochila….yo….quiero agua…comida….curar las heridas….

-¡No está en posición de exigencias! ¡Dígame ahora mismo dónde escondió esa mochila!

-…. Si se lo digo me mata….no…primero déme agua y…comida…y curarme las heridas. Quiero que mi abogado este presente en el cambio…. Seguridad de que no me detendrán más. Luego lo llevaré….al lugar… pueden continuar con las torturas, pero no hablaré…me matarán pero no les diré quien la tiene…y esa persona tiene la orden de que si no voy a buscarla  en un tiempo que le indiqué, tiene que dar a conocer a todos los medios de información su contenido.

-¿Qué tiempo le indicó?

Y aquí martín, da un paso muy audaz ya que ni idea tiene de los días que habían transcurrido desde que lo detuvieron. Pero con voz serena, firme y  segura le responde desafiándolo:

-Solo restan dos días….cuarenta y ocho horas más y usted pierde amigo. A mi me matan pero usted también pierde….

Desde el piso y como fue tirado, Martín representa su papel sin mirar a nadie. Siente que es  llevado a la rastra y dejado en su celda. Se llega a la cucheta y acomoda su cuerpo en ella y espera, espera. Pasadas unas horas, ardientemente esperadas, escucha abrirse la puerta de su celda y lo llevan  ya con pasos más seguros, a una sala. Cuando Martín ingresó a la sala de enfermería, supo que había ganado. Su corazón  latió ligero y feliz. Higienizan, realizan lavaje bucal y curan sus dolorosas heridas. ¡Qué alivio a tanto dolor! y sí, el lavaje bucal fue bueno, pero siempre quedó en su boca,  “algo” de esa tortura inmunda.  Vuelto a vestir con sus ropas, es decir, remera, vaquero y zapatillas solamente porque el abrigo de lana y la campera como las medias no se lo entregaron., y ya en su celda, espera.

Siente el ruido de la llave en la puerta y abrirse esta. Cuando Martín ve a los dos uniformados, uno que le trae comida y el otro, el guardia que lo acompaña, entrar a la celda,  temeroso y temblando se acurruca contra la pared, haciéndose un ovillo y escondiendo la cabeza entre sus brazos.

- ¡Eh! ¡Mira qué nena tenemos aquí! ¡Hora de comer, niñita! ¡Vamos, come!

Pero Martín se hace el desentendido y mirándolos con mucho temor se esconde más entre sus brazos. Los ve que se alejan  riéndose. Cierran con llave la puerta y queda solo. Y ahora sí, deja de lado su papel y rápido camina, con gestos de dolor, hacia la comida. Sus ojos devoran el agua, papa, pan  y carne ya cortada en bocados. El plato y tenedor  vaso y botella son de plástico.



Bebe lentamente la ansiada agua. Y después, con pequeños bocados, mastica mucho la rica carne, pan y papa. Sigue fiel a su propósito. Tiene que  dominarse. Lentamente y a intervalos bebe y come. Y de esa manera su estómago fue aceptando lo que le era depositado  sin provocar ninguna molestia. El primer paso estaba hecho y había ganado. Ahora se tenía que preparar para el segundo paso y éste era mucho más difícil. Y es en ese preciso instante que se da cuenta que había dejado atrás su juventud. Ahora quien estaba pensando y sopesando todos los movimientos era un hombre que él desconocía. Un hombre que fue creado por las torturas y el dolor.

 Hay momentos en la vida que hacen crecer a uno de golpe. Este fue uno de ellos.



Esa noche, después de mucho tiempo, su cuerpo siente alivio al descansar sobre una cucheta. A la mañana temprano, colocan esposas en sus manos y llevan nuevamente a enfermería para  curar las heridas. Al regresar a su celda  liberan sus manos.  Le traen té oscuro con pan. Antes del mediodía entran a la celda dos uniformados, lo esposan y llevan frente al conocido y tan aborrecido militar.

- Nombre, apellido. Domicilio y profesión del contacto. Lugar de entrega.

- El lugar lo diré  sólo cuando estemos a segundos del  mismo. Y en cuanto a los datos de mi amigo se dará cuenta que no puedo decirle nada hoy.  Aún no he visto la seguridad de mi libertad  por escrito.

- No está detenido por escrito. No existe tal registro.

- Pero… ¡Yo estoy acá detenido! ¡Usted dijo que tenía una orden de arresto contra mí!

- Se lo trajo como invitado a cooperar con nosotros.

- ¡¿Invitado?! ¡Me torturaron! ¡¡Golpearon!!

- Bueno…usted participó en una fiesta  inmoral, una orgía y allí entre sus amigos, se drogaron y “jugaron” con  algunos cigarros…mire, podemos elegir miles de motivos…

Martín lo mira con los ojos bien abiertos sin poder creer la falsedad y mentira del tipo.

- Con esto le quiero decir que es mejor para usted que calle y no pida nada porque nada se le dará. ¿Entendido? Y ahora dígame  nombre, apellido y teléfono de su abogado.

- Jaime Rodríguez. Pero seguro que figuran sus datos en el informe que usted tiene sobre mi familia. El es nuestro abogado.

- Lo verificaré. ¿Hora de encuentro con su amigo?

- A las 13 hs.

-  Bien. Por su bien espero que mañana finalice esta situación.

Sin decir nada más, se retira. Los dos uniformados lo llevan de regreso a su celda y allí le quitan las esposas. Martín queda solo. Camina hacia la “cama” y acomoda su cuerpo sobre ella. Piensa.











































Al mediodía cuando  le traen el almuerzo vuelve a mostrarse miedoso. Al ver a los dos uniformados,  corre al rincón abrazándose a sus piernas y escondiendo su cara entre ellas, mirándolos a intervalos y con miedo. Y esa acción le provoca un fuerte dolor en toda su espalda y piensa que sus heridas se deben haber abierto, pero no se queja y sufre en silencio ese gran penar.  Escucha las risas e insultos del que le trae la comida y que se la deja sobre la “cama” mientras el guardia que lo acompaña entre risas burlonas e ignorándolo, camina hacia fuera de la celda.

- ¡Oye baby! ¿Extrañas a “mamita”?

Y sin prestarle más atención, como su compañero sale de la celda. Y una vez solo, Martín se permite una suavísima sonrisa al pensar que está logrando su deseo. Mostrar la imagen de un detenido débil e inofensivo. Se acerca a la comida y comienza a alimentarse. Al finalizar de comer, toma la botella de plástico y bebe lentamente algunos sorbos de agua.  Necesita tener fuerzas que su juventud le ayuda a recuperar prontamente. Se da cuenta que necesita beber más agua de la que realmente le dan pero tiene que contentarse de esa forma. El resto del agua lo bebe de a poco mientras pasa el tiempo de espera.

Y desde ese instante hasta la hora que deben traerle la comida de la noche, Martín prepara su mente y todo su cuerpo para la gran acción que tiene que hacer. Si sale mal, le espera la muerte. Por eso repasa una y otra vez, uno a uno los pasos de su plan.























































































Y llega el instante tan, pero tan, tan esperado. Al escuchar el ruido de la llave que es introducida en la puerta, Martín rápido  se coloca a escaso dos metros de la misma. ¡Segundos más y ya podrá atacarlos! Se había quitado la remera y la tiene en su mano derecha. Entran  los dos ya conocidos uniformados hablando despreocupadamente. Mientras el que trae la comida, apenas lo mira y camina hacia la “cama” para dejarla allí,  Martín veloz arroja su remera contra la cara del guardia a la  vez que le da un fuerte rodillazo entre las piernas, empuja contra la puerta cerrándola y trata de quitarle el arma. Sin pérdida de tiempo, con una rabia desconocida que se había apoderado de él, aplica fuerte codazo a sus ojos y quita el arma y golpea fuertemente la nariz y estómago. Y cuando éste se agacha, con la culata del arma golpea la nuca provocando su desvanecimiento. El otro uniformado al escuchar el grito sofocado de su compañero se da vuelta y ve lo que pasa. Actúa rápido y da patada en  el costado derecho de Martín, que no puede callar su queja de dolor, pero sacando fuerzas que jamás pensó que tendría, descarga con rabia el arma en su rodilla derecha haciendo que se doble al piso y allí vuelve a golpear con fuerza, con la culata del arma la cara del tipo. Martín lo obliga a poner boca abajo y con las manos en su espalda.  Apuntándole con el arma le ordena:

- Ahora escucha. Ya estoy jugado. Quizás me maten. Así que no me importa  tener que matarte. ¿Dónde está la salida? ¡Rápido! ¡¿Dónde está la salida?!

- ¡Estás loco si crees que puedes salir de aquí!

- ¡Sí voy a salir! ¡Y más te vale decirme pronto dónde está la salida! ¡Estoy decidido a todo! – dice Martín mientras golpea su costilla izquierda provocando queja de dolor.

- ¡Pero no entiendes que es imposible! ¡No podemos salir de noche!

- ¡Tú solo dime dónde está la salida! ¡Pronto! ¡Estás haciendo tiempo! ¡Maldito! – y golpea fuerte con la culata del arma sus riñones.

- ¡Aguarda!…al salir de esta celda, tienes que bajar y hallarás el comedor general….caminas hacia el pasillo de la derecha y luego doblas hacia el pasillo de la izquierda. Verás tres puertas….la de la derecha te llevará hacia un patio exterior que tienes que cruzar. Hay algunos “ranchos”, oficinas y donde está el puesto de vigía que es a la izquierda, hacia allí debes caminar y luego doblar hacia la derecha. Si puedes cruzar la entrada principal, estarás afuera….pero…no creo que vayas a lograrlo.

- Eso lo veremos – dice Martín mientras aplica fuerte golpe en su nuca haciendo que pierda el conocimiento. Vuelve a golpear en la sien al guardia y con dificultad, nervios y prisa, le quita la camisa, pantalón y botas y se viste y calza. En realidad, se pone rápido su remera y encima la camisa. Y el pantalón del guardia, se lo coloca sobre su propio vaquero.

Decide dejar el arma y respirando hondo y tragando saliva, quita las llaves al guardia y sale cerrando la puerta con llave. Las lleva en la mano derecha y mirando veloz hacia todos lados camina seguro por el pasillo hasta llegar a la escalera y comienza a bajarla. Su corazón late desesperado. Con pasos largos se dirige hacia el camino indicado. Escucha voces que se acercan del primer pasillo que debe doblar y se encuentra de frente con dos uniformados que conversan alegres mientras están mirando unos papeles escritos. El se agacha para atar mejor los cordones de las botas y ellos continúan su camino. Suspira y pronto toma el pasillo de la izquierda. Observa las puertas cerradas y abre la de la derecha. Ve un patio exterior grande y respira con ganas ese aire fresco. Mira el cielo oscuro sembrado de estrellas y piensa que ignora la hora que es. El no es de esos jóvenes que conocen todo. No sabe guiarse por las estrellas. No tiene ni idea  de la osa polar ni de nada de nada. El es un muchacho que le gusta reunirse con sus dos amigos, tomando un par de cervezas, mirando pasar las chicas, pero nada de palabrotas ni risotadas. El las respetaba, porque cuando salía con sus amigos los fines de semana, por las noches, le gustaba bailar con todas. Estudiante normal, sin sobresalir en ninguna materia. Estaba cursando el tercer año de arquitectura. Y le gustaba mucho esa carrera. Todos los exámenes que rendía bien, los realizaba con el puntaje más bajo de aprobación.

 Siempre soñaba con construirle un hermoso chalet a su amada madre, donde entrase el sol, la luz, claridad por grandes ventanales. Quería un hogar alegre, con varias plantas frutales donde viniesen a comer y guarecerse los pájaros y palomas. Oír sus cantos al amanecer y sus despedidas al atardecer. Y si pudiese ser construido cerca del mar o río, mucho mejor. El es un sencillo muchacho de su casa y muy mimoso de su madre, que desconocía los golpes, peleas y dolor. Hasta que conoció todo eso en una sola vez.





















Los potentes reflectores iluminan muy bien todo el patio. Mira buscando el puesto de vigía y lo ve. Y también ve a dos uniformados dentro del mismo y esto le provoca un alerta. Decidido pero observando todo y muy vigilante, camina a grandes pasos hacia la salida. Ve estacionados tres coches. Y se deja guiar por su instinto. Camina pasando muy cerca de uno de los coches que es un great Mazda 3, color negro y mira su interior observando lo que deseaba ver: las llaves de contacto puesta. Rápido abre la puerta, entra, la cierra y luego de unos segundos de identificar los cambios del vehiculo, enciende el motor, da marcha atrás y endereza hacia la salida. Al llegar al portón es detenido por un guardia. Lo saluda con gesto militar al que Martín responde apenas mirándolo. Ve que el guardia abre la puerta de atrás mirando el interior. Cierra. Inspecciona el baúl. Luego con gran susto ve que abre la puerta de adelante mirando todo. Lo mira y queda unos segundos mirándolo. La mano derecha de Martín que está sobre la palanca de cambios pequeña, se mueve nerviosa.

- ¿Nuevo ayudante del Teniente Frish?

- Mi debut amigo. Debo hacer un encargo.

- Bien. Permíteme verificarlo. ¿Grado?

- Oficial Mike Rusch. – Martín miente con lo que se le viene a la mente.

- Aguarde por favor.

- Escúcheme por favor. Mire debo realizar este encargo urgente. Hoy he soportado un día tremendo y si usted continua demorándome, deberé presentar la queja ante el teniente. Usted sabe que este es su vehiculo y yo soy su nuevo ayudante. Ya revisó todo. No lo haga más difícil ¿quiere?

El guardia lo mira. Luego sonríe cómplice, cierra la puerta y camina hacia el portón. Lo destraba y abre. Martín traga saliva y sale. Descubre una calle larga y solitaria y grandes árboles a ambos lados. Acelera y a unos mil metros desemboca en una autopista. Sigue las indicaciones subiendo a la misma y a la máxima velocidad se dirige hacia delante hasta encontrar alguna señal que le indique dónde está. Es conciente que debe abandonar el coche lo más urgente posible ya que quizás ya hayan descubierto su huida. Mira el reloj del coche y la aguja marca las 20hs y 55 minutos. A unos doscientos metros más adelante ve los indicadores iluminados y fija sus ojos en ellos hasta que puede leerlos. Son varios los nombres que están escritos como señales. En las indicaciones lee los nombres de Fairfax. Mc Lean. Arlington. Bailey Crossroads. Alexandria. Reagan Nacional Airport. Washington DC. Y piensa que quizás, donde estuvo  preso fuese Falls Church. Algunos nombres conoce, pero otros no y tres minutos después cambia de carril y baja por su derecha a una desembocadura y aunque no domina sus calles, se atreve a circular por ellas. Hay bastante tránsito y eso le favorece para pasar desapercibido. Mantiene en su campo visual, la autopista para que le sirva como referencia No se decide aún de abandonar el coche. Desconoce la dirección correcta, exacta para salir de allí e ir a destino. Y avanza. Unas sirenas lo ponen en aviso y mira  agitado buscando los vehículos y los ve. Son tres coches policiales que pasan raudo abriéndose paso, entre los demás circulantes, por la autopista en la misma dirección suya.

-“Sospecho que esos están buscándome a mí. Lo cual significa que comenzó la cacería” – piensa en voz alta – “Tengo que salir de este coche.”

Descubre una estación de servicio y se dirige hacia ella. Detiene el coche en una de las entradas junto a otro vehiculo que está estacionado allí, y comienza a desatar los cordones de las botas que le hace perder preciosos segundos. Se quita el pantalón del guardia y queda con su vaquero. Luego vuelve a colocarse las botas y atarlas. Y antes de bajar  busca en el compartimiento de papeles y ve tres papeles de diez dólares sueltos, una caja de chicle abierta, un paquete chico de masitas dulces, papeles y CD. Toma el dinero que  no es mucho, pero vale; los chicles y las masitas. Nota un bulto en el asiento de atrás y al mirar bien, ve que es una campera de cuero negro. La agarra y mirando hacia todos lados ve que dos empleados jóvenes están cargando con combustible a los coches de unos viajeros detenidos allí. Nadie lo mira, entonces abre la puerta del coche y sale cerrándola muy despacio. El viento fresco de la noche le hace colocar la campera que le queda solo un poco suelta. Guarda los dólares y demás cosas en el bolsillo derecho de la prenda y sube hasta el cuello el cierre. Camina ligero alejándose de allí hacia la misma dirección que  venia haciendo. Doscientos metros más adelante ya se siente acompañado por algunas personas que caminan por la vereda... Por instinto mira hacia atrás y lo que ve lo asusta. Un coche patrullero está detenido junto al mazda que abandonó en la estación de servicio y dos policías trabajando en él. Es decir, buscando indicios. La cacería está cerca de su presa. Y esto no le gusta nada. Traga saliva y mira para todos lados buscando un escape. Un camión que sale de la estación de servicio, le tapa la visual y a grandes pasos continúa su huida. Pronto el camión lo pasa y la luz roja del semáforo lo obliga a detenerse. Corre veloz hacia él y al llegar golpea la puerta del conductor. El hombre lo mira y baja la ventanilla.

- ¡Por favor! ¡Necesito viajar y no tengo dinero!

- Pero ¡¿Y adónde va?! – El hombre fija su mirada en Martín como si lo estudiara.

-  Al  aeropuerto  Reagan….aunque sea acérqueme un poco.

Y con temor ve que el hombre mira el semáforo que cambia y le da paso en ese instante y nota que comienza a andar el camión y escucha el grito del hombre.

- ¡Vamos! ¡Sube, rápido!

Martín vuela hacia la puerta de acompañante y la abre. De un salto sube y cierra pronto mientras el camión arranca  y ligero se aleja del sitio tan peligroso. Mira sonriente al hombre que es algo mayor y respira acomodándose en el cómodo asiento. El hombre lo mira  desde la cabeza a los pies y con sonrisa irónica le dice:

- No creo que me respondas la verdad, pero dime ¿Es cierto que eres un peligroso terrorista? No lo pareces.

Martín lo mira con los ojos abiertos por la sorpresa. ¡Está descubierto! Queda mirándolo así.

- No tengas miedo que no te voy a delatar. Si te ayudo es porque odio a esos mentirosos hijos de mil putas. ¡Son todos iguales! ¡Unos cerdos!

Martín mira hacia delante sin decir nada. Teme una trampa.

- Voy a subir a la autopista así iremos más ligero. Si te sirve de alivio, tengo un hijo más o menos de tu edad y en el año 2003 estos malditos lo tuvieron preso durante cinco días golpeándolo sin ningún miramiento porque mi muchacho anda con los pelos largos y la remera del che Guevara. Y una tarde caminando con sus amigos, se detuvieron porque había una de las tantas  manifestaciones contra la guerra  de Irak. Como  siempre, uno empezó el lío y los policías actuaron. Mi  chico y sus amigos, por defender a unas chicas que estaban caídas por los empujones, fueron detenidos por “sospechosos de terrorista”. ¡Ahora todos somos sospechosos de terrorismo! ¡Se terminó la libertad de este gran país! ¡Somos esclavos de un borracho demente! Un ladrón que le robo las elecciones a Al gore.

¿Viste la película del gordito Moore, Michael Moore? ¿Leíste el libro que escribió sobre el fraude?

- La película sí la vi. Pero el libro no lo leí.

- ¡Un fraude total! ¡Qué vergüenza! Te digo que este tipo nos hunde totalmente.

- Parece que no lo quiere mucho.

-¡Ni mucho ni poco! ¡Nada! ¿Cómo voy a aceptar por presidente de mi país a alguien que lo que quiere es provocar la destrucción mundial? Por empezar, alguien tendría que enseñarle a hablar frente al público. ¿Has visto por televisión las caras que pone, los gestos ordinarios y las palabras que ni sabe cómo se dicen? Bueno a ese tipo lo tenemos de presidente porque, utilizando fraude se sentó en la casa blanca y de allí cree que puede gobernar al mundo como el quiere.

Martín apoya mal su espalda contra el respaldo del asiento y sin querer un gesto de dolor cruza su rostro. El hombre ve esa expresión de dolor y le pregunta:

- ¿Qué tienes? ¿Estás herido?

Pero Martín no responde.

- Mira muchacho. Vamos a hablar de ti. ¿Cómo te llamas?

- Richard…

- Bien Richard. El mío es John Rodhes.  Primero tienes que confiar en mí para que pueda ayudarte y te aseguro que así lo haré. Dime cómo es todo este lío porque no creo que seas ese peligroso terrorista como me dijeron los policías esos cuando me preguntaron si te había visto por allí. Y espera. Primero de todo ¿Tienes hambre? Detrás de ti en la cucheta tengo unos sándwiches de carne y agua mineral. Tómalos y come que el viaje es largo y por lo que veo te vendrá bien .Come, come que más adelante compraré más comida. Come y bebe muchacho mientras hablamos.

Martín sigue las indicaciones y encuentra el paquete con comida y un bidón de cinco litros con agua mineral. Ya más confiado, tranquilo, comienza a comer y beber. Lo mira.

- Gracias señor. No, no  soy terrorista, ni asesino. Pero sí soy peligroso para ellos. Muy peligroso.

El hombre lo mira fijo y le pregunta:

- ¿Por qué?

-….. Mi Padre era el Teniente Edgar Monroe y trabajaba en el pentágono. En el 2006, descubrió un terrible, más que terrible secreto que esconde el gobierno de Estados Unidos y otros aliados  suyos. De a poco fue investigando, reuniendo datos, informes, copias y armó un informe completísimo.  Y….perdón ¿Qué fecha es hoy?

-¿Qué fecha? Viernes 18.

-….Viernes…..Hace  diez días mi padre me confió lo que estaba haciendo. El terrible secreto que conocía y tenía en sus manos. Envió a mamá a la casa de la abuela Johana, es la madre de mi padre, y que lo esperase que el la iba a ir a buscar. Y así pudimos estar juntos  hablando todo el día. Me explico paso a paso toda la tremenda, impresionante verdad y me pidió que si algo le sucediese, lo hiciera conocer. Sospechaba que lo estaban vigilando.  Me dijo que tenía que reunirse con un alto mando, un gran contacto suyo de Brasil al día siguiente….creo que quería….darle a conocer….dicho informe….

Esa noche mi mente me recordaba una y otra vez, las palabras de mi padre. Me costaba creer las pruebas que tenía ante mis propios ojos. Porque todo me mostró mi padre. Una a una la….la… ¡Ah! ¡Si usted supiese la verdad!

-¡Pues dímela hijo!

Martín lo mira triste largamente y dice que no con la cabeza.

Así no…lo daré a conocer, sí, daré a conocer el tremendo secreto, pero al mundo entero. ¡Es mi obligación! ¡Se lo prometí  Y a la mañana siguiente temprano fui hacia el pentágono y esperé afuera. En la acera de enfrente, entre las plantas. Quería detener a mi padre. Quería que se olvidara del mundo y pensara en mi madre y en mí….porque me di cuenta que mi padre estaba en peligro y sólo pensé en nuestras vidas, las de mi madre y la mía…en ese momento no me importaba la gente, nadie. Sólo quería que mi padre se olvidara de todo y viviera  muchos, muchos años más junto a mí y mi madre. ¿Soy egoísta? No me importa ¿Quien no es egoísta cuando se trata de proteger la propia felicidad, vida de un padre o una madre o la de uno mismo?...por eso estaba allí esa mañana, queriendo detener a mi padre. Salió del edificio con el maletín en su mano. Mientras el caminaba hacia el estacionamiento en busca de su coche, yo salí corriendo gritándole que se detuviera y…y sentí el ruido casi apagado de un tiro y con horror noté que mi padre caía al césped. Miré y vi un coche negro que seguía veloz  por la avenida ….mi padre murió en mis brazos….- lágrimas se deslizan de sus ojos - apareció un militar…un general que agarró el maletín de mi padre y como no me lo quería dar, se lo quité golpeándolo feo y huí….fui a casa, explique a mi pobre, ¡Pobre madre! y quise huir hacia Venezuela porque la familia de mi madre es de allí y ellos me pueden proteger…luego mi madre se unirá conmigo allá….y en el aeropuerto me detuvieron y llevaron a un centro de detención que está cerca de la zona donde usted me ayudó….allí pasé, no, mejor dicho viví las torturas que jamás creí que iba a padecer…nunca pensé que el hombre pueda ser tan, pero tan asesino, tan bajo para crear dolor ajeno….es….es algo que no se puede explicar con palabras….me sentí tan, pero tan solo…tan impotente….no se imagina lo que se siente  al saber que no se sabe qué hacer para detener ese sadismo de torturas…..me negaron mi abogado….y pienso cuántos, pero cuántos, desaparecidos, muertos habrá que no pudieron hacer oír sus voces, sus gritos ¡cuántas cosas ignoramos! ¡Cuántas verdades desconocidas! …- Martín no puede detener las lágrimas que caen de sus ojos. El hombre lo mira y acariciando su brazo calma.

- Ya…ya hijo...calma….llora…llora hijo llora porque el hombre también llora….mira, te hago una propuesta: ven a mi casa. Allí mi esposa, y mi hijo te van a recibir muy bien.

- Pero…es que tengo que ir a buscar unas cosas  que deje en cierto lugar….

- Sí, está bien. Pero escucha, ahora tienes que saber razonar. Por lo que veo te escapaste de ese centro de detención. Te están buscando y lo harán hasta que te puedan encontrar. Pero eso lo decides tú. Si quieres te puedo acercar hasta donde tu lo indiques, pero este camión, como sabes es grande y aunque es bueno por una parte también es malo por otra. Así como estás vestido, sólo te falta colocar un letrero “aquí estoy” para que te pillen. Te propongo ir a casa. Te vistes con ropa de mi hijo o se te comprará otra. Te disfrazamos algo y vamos en mi coche hacia donde tú digas. Recoges las cosas y vuelves a casa. Te ofrezco mi hogar por el tiempo que necesites. Por lo menos hasta que te sientas más seguro y ver, estudiar cómo dar los pasos, pero con lógica, sabiduría.

- …Sí creo que tiene razón…pero….quisiera tener ya mismo las cosas conmigo.

- Mira hijo. Las batallas se ganan con deseo, valentía, audacia, voluntad, pero también con astucia, lógica y sabiduría.

- …..Está bien….creo que tiene razón…yo….mi nombre es Martín no Richard…le mentí porque…pero ahora,  le agradezco muchísimo lo que está haciendo por mí ¡Jamás lo olvidaré!

- Yo también tengo un hijo y no se lo que puede llegar a pasar….además, podrás hablar con  Henry, mi sobrino. El pobre muchacho está unos días de “vacaciones” en mi casa. En realidad hace dos años y tres meses que es un soldado más de los que están luchando en la guerra contra Irak. Antes era un joven alegre, parlanchín, le gustaba la música ¡Cómo bailaba!....ahora, apenas habla…mira ausente pensando quien sabe qué cosas ¡Que me lo imagino!...quise hablar con él pero no quiere…se encerró en su mundo y ya no es más aquél joven que tanto disfrutaba la vida…..quizás contigo pueda hablar…los dos pueden comprenderse……











































John vive en la ciudad de Alexandrìa y Martín se siente recibido muy cálidamente, y lo bueno es que no hacen preguntas indiscretas.

 Mientras John se ducha, Jessica, le prepara un rico café con leche bien caliente. La cocina se llena del agradable aroma de café recién hecho y Martín lo inspira con placer. Le parece increíble el poder estar cobijado en esa casa y rodeado de estas personas tan, pero tan buenas. Creyeron en él, en sus palabras y sin temer las consecuencias, le abrieron las puertas de su hogar.

Mientras está tomando el más que sabroso café con leche con pan y manteca con dulce de durazno, Jessica trae ropa interior, un vaquero, camisa, y abrigo que le pudiese servir, y que pertenece a su hijo Dany.  Las zapatillas son dos números más grande, pero vale. Y cuando Martín puede ducharse, goza esa suave lluvia que cae sobre todo su cuerpo. El recuerdo de su casa, su madre lo asalta y le de más fuerza para seguir luchando.

Una vez restablecido, va a la cocina y los encuentra allí reunidos. Por unos segundos el silencio es total. Todos lo miran. Luego Jessica salva la situación diciendo:

- Miren, es más de medianoche. Todos estamos cansados. Propongo ir a descansar y que mañana estudiemos bien lo que tendremos que hacer. ¿Les parece?

Todos estuvieron de acuerdo. Martín es llevado al cuarto de Dany, y allí ve una cucheta bien acolchada extendida sobre el suelo.

- Tu Martín, descansa en esta cama que yo lo haré en la cucheta. Y no digas nada porque ya lo he decidido – le indicó Dany mientras Henry se dirigió hacia la otra cama.

Martín lo mira y sin decir nada extiende su mano derecha y choca la de su nuevo amigo. Se desviste y  ¡Ah! ¡Qué agradable sensación de bienestar siente en todo su cuerpo al acostarse sobre ese colchón tan acogedor! ¡Qué suave le parecen las sabanas y mantas! Cierra los ojos y con el pensamiento en su madre se entrega al silencio. Pronto el sueño lo vence.





























































El reloj marca las nueve de una mañana fría y ventosa y todos ellos están reunidos en la cocina desayunando. El rico aroma del pan tostado se mezcla con el por siempre apetitoso café con leche. Martín ve que sobre la mesa de formica, está puesto el frasco de dulce de durazno, la manteca abierta sobre el mismo envoltorio, un pedazo de queso y una lata chica que contiene dulce de batata empezado. El pan sobre una tabla chata de madera, dos cuchillos que cada uno utiliza según lo que quiere, un paquete, también empezado de  azúcar y el café, Jessica lo sirve directamente de la cafetera de vidrio que tiene sobre la mesada y la leche de un jarro grande de aluminio que está sobre la cocina cerca del fuego encendido. ¡Ah! y un trapo que se pasan de uno a uno para limpiarse la boca o manos. Todos comen con ganas y John habla mientras come con la boca abierta.

Martín no pudo dejar de recordar  el desayuno que preparaba su madre. Sus padres no eran ricos. Vivian muy bien. Se daban muchos gustos, pero normal. La diferencia que Martín veía estaba en la educación. En su casa, para el desayuno, se colocaba un mantel con imágenes de flores con colores alegres. Porque para el almuerzo era otro el mantel, ya que las imágenes eran de frutas también de fuertes colores. Una bandeja que contenía una cafetera  y lechera además de la azucarera. Los platillos y pocillos con sus respectivas cucharitas. Todo esto pertenecía a un juego de losa. La panera con pan  y la mantequera con su cuchillito especial, donde su madre con delicadeza colocaba el pan de manteca. Y el dulce, sea cual sea, en una dulcera, también con su cuchillito especial. Y las servilletas de papel. Y por supuesto, no se hablaba con la boca llena.

Un gran contraste. Y sin embargo, estas simples personas habían salvado su vida.

- Escucha hijo, mira anoche estuvimos hablando con Jessica y creo que seria mejor que dejes pasar un tiempo prudencial para ir a buscar  tus cosas.

- Al escaparte de allí seguro que habrán dado el alerta general y….creo yo, que pensarán que lo primero que querrás hacer es ir precisamente a donde dejaste el maletín – comenta su esposa y Martín no les aclara que el maletín lo había dejado en su casa, pero que sí tenía dentro de la mochila  los papeles secretos de su padre – sea en el aeropuerto o cerca del aeropuerto. Nosotros te vamos a ayudar en todo lo que podamos, pero necesitamos tu apoyo porque si tú caes caemos todos y ¡Eso seria terrible!

- Comprendo. Yo les agradezco muchísimo todo y…no se preocupen. Usted John por favor, déme un mapa de Arlington. Iré yo sólo a buscar mis cosas y…veré qué hacer. No se preocupen.

- ¡Pero qué estás diciendo muchacho! ¡Mi esposa no quiso decir que queremos que te vayas! Lo que te pedimos es que por un tiempo, no se cuántos días, esperes aquí, y mientras tanto vamos viendo cómo hacer las cosas pero bien. Sin nada de llamar la atención. Tú sabes que te estarán buscando por todas partes, entonces hijo, espera. Aquí estás seguro.

- Tranquilo Martín, tranquilo – dice Dany tratando de calmarlo – escucha bien lo que te dicen.

- Es que no deseo que tengan problemas por mí.

- El problema lo vamos a tener si hacemos las cosas apresuradas – dice John -  Me dijiste que tienes familiar en Venezuela y que hacia allí te dirigías cuando te detuvieron. Bueno, tenemos que ver cómo conectarnos con tus familiares…

- ¡Ojo! ¡Que pueden estar vigilados ellos también!  - interviene pronta Jessica – Tú le comentaste a John que te detuvieron en el aeropuerto después de haber pedido el pasaje a Venezuela, entonces ¡Cuidado!

- ¡Otra cosa! ¿Tienes documento de identidad? – pregunta rápido Dany.

- No….me quitaron la billetera y ahí tenía mis documentos, algo de dinero…

- ¡Vaya lío! – exclama John.

Por unos instantes el silencio es total. Todos miran hacia abajo pensando mientras  Martín los mira a ellos.

- Demás está decir que la única manera de que tengas otro documento de identidad, tendrá que ser de una manera ilegal. Es decir documentos falsos…- comenta John - ¡Honestamente se escapa de mis manos!

- Y no puedes hacerte un duplicado diciendo que has perdido tu documento porque saltaría enseguida en el registro de los datos en la computadora, como te ocurrió en el aeropuerto – dice Jessica.

- ¡No! ¡Al minuto están sobre él! Por eso digo que tenemos que ser prudentes…un simple y pequeño error y… ¡Perdemos!

- ¿Y si se pide ayuda a la embajada de Venezuela Papá? Incluso pueden darle protección. ¡Es su deber!

-…Podría ser una solución…

- ¿Y los espías? – pregunta Jessica.

-¿Espías? ¿Qué espías mujer?

- ¿Cómo qué espías? ¡Desde que yo era chica ya  sabía que había espías en todas las embajadas! ¿Y si nos siguen a cualquiera de nosotros por ir a buscar auxilio?

- ¡Pero querida eso ya pasó de moda!

- ¡Uh papá! ¡Estás completamente equivocado! Los espías siempre existirán. ¿Quién traicionó durante más de quince años a Estados Unidos? ¿Quién pasó todos los informes secretos a los soviéticos, a los rusos? El ex agente especial Robert Hanssen  que fue condenado a cadena perpetua. ¡Fue vivo! Llegó a un arreglo y se salvó de la muerte, aunque tiene cadena perpetua. Y ¿Quién era su ídolo? El otro inteligente y audaz espía doble  del siglo XX, Kim Philby. ¿Y el espía mejor pagado de la historia, Ames que también tiene cadena perpetua y que traicionó a todos los espías de la CIA que trabajaban  en la Unión Soviética? Sin contar los espías más modernos del Ciberespacio.

- Parece que estudiaste hijo.

- No papá, me gusta la política y el tema espionaje, la CIA el FBI y todo lo demás me atrae. Busco noticias,  investigo. Ya les dije que quiero llegar a ser Senador. El otro día estuve leyendo sobre el espía ruso Mitrojin, este está muerto y todo lo que descubrió y revelo a los británicos sobre la KGB que fue sustituida por el Servicio de Inteligencia Exterior. Aunque son las mismas gentes, los mismos fines. Son los de siempre con diferente nombre. Y me pregunto si hubo respuesta oficial de Rusia confirmando o rechazando el informe de que la KGB enterró armas, explosivos, radios en toda Europa y parte de Estados Unidos. Algunos escondites se descubrieron en Bélgica y Suiza y sospechan que hay bombas ocultas en  New York, Minnesota, Montana, California, Texas. Los rusos habían creado bombas nucleares grandes como una maleta y….

- Bueno, mientras tú averiguas eso, ahora presta atención acá a lo que estamos buscando hacer. – Le corta su padre -  Pienso que una vez dicho el problema y pedir que nos protejan, estaríamos  bien….

- ¡Piensa querido, piensa! ¡Cambiaría toda nuestra vida! ¡Estaríamos siempre con temor a que nos suceda algo! ¿Nos van a proteger mientras vivamos? ¿A todos? ¡Oh Dios mío!

- Bueno calma tesoro, yo sólo estoy diciendo que esa es una de las posibilidades que tenemos para hacer. Estamos reunidos para hallar una solución. Entre todos la tenemos que encontrar. Mañana vuelvo a salir de viaje y me gustaría antes dejarlos tranquilos, seguros. ¿Tú qué opinas Henry? 

Henry lo mira serio, hosco.

- Digo… no sé, como veo que me miras tan fijo.

- Digo  que la tía Jessi  es como los militares de alto mando que dan las órdenes. No les importa la vida de los soldados. Sólo les importa ganar y salvarse ellos. Sea el precio que sea. Pero los que dan la cara y exponen todo su cuerpo las veinticuatro horas del día son los soldados…..sólo quien ha estado combatiendo en la guerra sabe muy bien lo que se siente una vez que estás ahí. Cuando te preparan y enseñan cómo luchar es pasable. … Conoces a otros muchachos como uno, te haces amigos, risas, comidas, chistes, burlas que todos participamos. Ves el cielo azul puro y hermosas nubes blancas y escuchas cantar a los pájaros, ves sus vuelos. Estás en tu casa y escuchas las voces, risas de tus padres, familias. Te encuentras con los amigos, novia y les cuentas lo lindo que es prepararse para el combate. Te sientes orgulloso y todos así te lo hacen sentir. ¡Hasta los periodistas! Fotos, filmaciones, brindis, festejos….hasta que te vas….y en el viaje, ya comienzas a sentir  el primer pellizco de la soledad y las primeras preguntas se posan en tu mente: ¿Por qué? Y las bromas de los más audaces o despreocupados o más peleadores o los más fanáticos de una bandera, te hacen dejar de lado esas preguntas que no es que las olvides, sino que están escondidas dentro tuyo y por vergüenza las cubres, porque formas parte de un grupo diferente, muy pero muy diferente a cualquier otro grupo humano. Porque nosotros siendo jóvenes, dejando a la novia, esposa, hijos, padres, ¡Vida! Luchamos contra la muerte… ¿Y por qué?....porque el presidente, nuestro presidente  sin importarle nada de nada, dio orden de que teníamos que ir a matar a otros jóvenes como nosotros para  que él y sus grandes amigos se apoderasen del petróleo que no les pertenece. Nos mandó y manda a matar, asesinar para poder robar más fácil  sin ningún escrúpulo. Y cuando te encuentras en la zona, y ves toda esa inmensa arena y el calor sofocante, aplastante que te golpea, sientes más pesado el bulto de cinco kilos que tienes que llevar sobre tu espalda. Aparte que tenemos que llevar las máscaras, trajes especiales, guantes y botas impermeables que nos protegen solamente las 24 horas,  de las armas químicas. El infrarrojo para ver de noche, los intercomunicadores sobre tu cabeza, mini cámaras y los localizadores para poder sorprenderlos y  el soldiervisiòn que atraviesa las paredes y podemos saber cuántas personas hay y dónde están.  Después de conocer el puesto designado, tu cama y todo lo demás, pronto te enfrentas a una realidad muy, pero muy diferente  a la explicada. Porque te preparan para matar, pero no te preparan para que tu cuerpo cuando sientes el zumbido de una bala que pasó rozando tu cara y mató a tu compañero que está detrás tuyo, no te golpee tu mente con todo tipo de pensamientos. Y quieres sacártelos de encima porque tienes que estar atento a lo conocido y desconocido para…. ¡No morir! Porque ahora sí que sabes que atrás quedó el que eras.  Y miras el impresionante adelanto tecnológico que tu país creó y sus consecuencias son tan terribles que cuando miras a los ojos de esas personas que son las reales víctimas de las ambiciones, locuras de los que mandan, te da vergüenza. Allí está la muerte y tú. Pero la muerte es otro muchacho como uno que también le ordenaron matar, con la diferencia que ellos se defienden de los ladrones. Ellos también tienen sueños, novias, esposas, padres. Ellos también  eran felices…un día mientras estaba tratando de ganar posición me encontré con un joven  que temblaba y me miraba con miedo….nos quedamos mirando y no pude matarlo, ni él tampoco a mí, éramos enemigos pero no por nuestra elección…yo bajé el arma y vi que tímidamente sonrío y… ¡Nos abrazamos!  Y un compañero de armas mío lo hirió gravemente. Vino corriendo y me sacudió fuerte mientras me insultaba gritando como loco. Continuó corriendo. Y sin impórtame nada acomodé entre mis brazos el cuerpo del muchacho y… ¡Jamás podré olvidar su cara! ¡Cómo me miraba!  Y yo le decía que no lo había traicionado, que no fue una trampa mi abrazo, pero él apenas me escuchaba y como le era difícil sacar lo que quería del bolsillo superior de su camisa, sucia y manchada con sangre, lo ayudé y vi que era una foto de una chica joven que sonreía. En sus brazos tenía una niña no más de un año y agarrado a su larga pollera un niño de unos dos, tres años…su esposa, sus hijos....él los miraba  llorando en silencio y yo  sin darme cuenta, comencé a rezar el Padrenuestro a  Dios…. Tomó mi mano, me miró y dijo “amigo, amigo” y luego murió mirando su esposa he hijos….sin ningún apuro guardé la foto en su bolsillo, acomodé su cuerpo, cerré bien sus ojos y continué avanzando, pero jamás tiré a matar. Siempre tiré hacia arriba o al suelo…. ¿Cobarde? ¿Traidor? ¿A qué? ¿A quien? ….hay muchos soldados que matan, asesinan, torturan con placer, en la guerra, pero todos esos bajos sentimientos los tienen dentro de ellos antes de ir a pelear. Allí como triunfadores lo pueden mostrar, la guerra es una excusa. Golpean, matan, torturan, violan, asesinan con furor, con odio cuestionable a niños, niñas, mujeres, jóvenes, ancianos, ancianas, siempre mintiendo. Diciendo que los niños o niñas esconden en su cuerpito bombas. ¿Cuántos norteamericanos conocen lo que realmente ocurre en Irak por la guerra? ¿Cuántos de esos fanáticos de la bandera y los que no lo son tantos, saben que por el uso del uranio empobrecido que nuestro país, Estados Unidos, utiliza en la guerra, provoca que nazcan criaturas, niños y niñas con cáncer y deformaciones? ¿Cuántos realmente conocen las terribles, humillantes  y brutales violaciones que las niñas, niños y mujeres en general, sufren a manos de soldados norteamericanos y también por supuesto los ingleses? Pero estoy hablando de los soldados que envía mi país a la destrucción, a la muerte. Y un niño, una niña, una anciana, anciano, es un niño, una niña, una anciana un anciano en cualquier país del mundo. Se los debe proteger y  respetar. Y  los gritos, llantos de dolor, ruido de explosivos, misiles, bombas, balas penetran en ti, vive ya en ti y te acompaña siempre vayas a donde vayas. Es fácil vitorear, aplaudir, agitar la bandera del país que va a la guerra si el que hace eso, luego desayuna, almuerza, cena con su familia o quien sea que este a su lado, en su casa, tranquilo, mirando televisión. O ir a la confitería, al teatro, salir a dar paseo, de fin de semana. Bañarse, arreglarse, perfumarse…de esa manera muchísimos son patriotas porque no son ellos quienes están con calor aplastante, sucios, heridos, alerta en todo momento para poder vivir aunque sea un minuto más. Y cuando un compañero tuyo cae, piensas “el próximo puedo ser yo” y un grito que tienes que callar golpea adentro tuyo “¡QUIERO VIVIR! ¡DIOS AYUDAME QUIERO VIVIR! ” Y el recuerdo de tu novia, esposa, hijos, padres te viene con fuerzas y en ese momento te das cuenta que amas a tu esposa, hijos, familia. Que quieres vivir con ellos muchos años más de la vida. Que se es joven  y recuerdas el tiempo precioso que perdiste en tantas tonterías y allí el minuto vale más que el oro. Y sólo tienes fotos y recuerdos contigo….y la muerte acechando a cada paso….Sí. Mi padre estaba orgulloso que su hijo fuese a la guerra, “defendiese” a su país. Mamá lloraba porque temía mi muerte. Porque fue ella la que me tuvo nueve meses dentro de ella. Su amor fue amor verdadero, sensible. Hay padres que están orgullosos si sus hijos van a combatir y yo después de vivir durante tantos meses en la guerra real, me pregunto ¿Eso es amor de padres?  Aman más al país que a sus hijos. Porque, que nadie se excuse diciendo que lo ignoran, todos saben que sus hijos pueden morir. Y por unos tipos que, hoy ya se sabe bien seguro, idearon el atentado y mandaron matar las cerca de tres mil personas  el once de septiembre. No sólo las torres gemelas destruyeron. ¡Oh no! ¡Fue mucho más que eso! ¿Y por esos miserables, asquerosos tipos aplauden, vitorean fanáticos y envían sus hijos a la muerte? Y aún hoy, a pesar de las tremendas y aplastantes pruebas que muestran  las mentiras y engaños, existen fanáticos que prefieren creerles. “La primera víctima de la guerra es la verdad». Lo dijo el congresista  estadounidense Hiram Warren Jonson en 1917. ¿Y alguien lo puede poner en duda  al ver que todas las guerras le dan la razón? … los miro y todos me miran pensando “¡Uh! Ahora nos da la lata con la guerra”….y si dije todo esto es porque comprendo lo que debe estar viviendo interiormente Martín. Yo lo viví de una forma y él lo está viviendo de otra manera, pero nos une esa soledad interior. Tú tía quieres salvar tu familia. No lo incluiste a él en esa protección. Y tú tío no pensaste que con tu acción ibas a encontrarte con éste lío.

- ¡Pero por supuesto que busco salvar mi familia! ¡John es mi marido! ¡Dany es mi hijo y tú eres mi sobrino!

- Con lo cual Martín es como aquel soldado enemigo. Pero Martín también tiene una madre, también él es hijo que como tu hijo tiene ilusiones, sufrimientos, recuerdos, amigos…

- ¡Sí! ¡Todo lo que quieras! ¡Pero mi hijo Dany no es buscado por la policía y  militares por terrorista peligroso! – Nada más decirlo Jessica se cubre el rostro con las manos y exclama - ¡Oh Dios! ¡Perdón, perdón Martín! ¡No quise decir eso! ¡Perdóname!

Por unos segundos el silencio es total. 

- ……Jessi, será mejor que prepares café porque creo que lo necesitamos todos. Y tú muchacho, disculpa a mi esposa. Está muy nerviosa. Trata de comprenderla por favor.  Ella no es mala ni quiere nada malo para ti. Y en cuanto a lo que dijiste Henry, no me arrepiento  para nada, del socorro dado a éste joven. ¿Entendido?

- Soy yo el que les pide perdón por todo este mal momento. Estas discusiones. Pero permítame decirle una cosa señora, no soy un terrorista peligroso. Me doy cuenta que su esposo le contó todo y lo disculpo John. Demasiado me ayudó y está ayudando. No se preocupen que todo saldrá bien. Ahora por favor, necesito estar solo en tu cuarto Dany.

Jessica se levanta pronto y comienza a preparar café mientras le dice:

- Aguarda unos minutos Martín. Compartamos un café así me demuestras que no estás enojado conmigo.

Martín la mira y apenas se ve una sonrisa en su boca. Dany con el puño cerrado de su mano derecha le golpea el hombro en un gesto de camarería.

- Puedes estar solo todo el tiempo que quieras hijo. Pero luego ven que tenemos que continuar buscando tu salvación y la nuestra. No estás sólo. Esta es tu casa.



















































A media mañana, después que John partió de viaje por dos días, mientras Jessica salió a hacer las compras, Dany esta en la Universidad y Henry  en la cocina tomando un café, Martín le dice:

- Me voy Henry. Por favor, diles que les agradezco muchísimo toda esta ayuda que me dieron.

- ¿A dónde te vas? ¡¿Estás loco?!

- No, escucha. A ti que me comprendes te lo puedo decir. Me siento mal al ver y escuchar que soy motivo de temor. Y la señora tiene razón. No puedo permitir que vayan a tener más problemas por mi causa. Ahora que no están puedo marcharme, pero tú diles que mi deuda con ellos es inmensa. No quieras detenerme, porque ya lo decidí. Y por favor, necesito un mapa de esta zona y cómo llegar cerca del Aeropuerto Reagan. No al Aeropuerto, sino cerca. ¿Lo puedes conseguir?

- Sí. Mira, te acompaño a un kiosco que conozco, compramos el mapa y lo estudiamos. Si quieres seguimos juntos hasta donde tienes tus cosas.

- Acepto lo primero. Pero luego sigo sólo Henry. Debo hacerlo así.

- Okay. Seguramente que te faltará dinero – Henry saca su billetera del bolsillo de su vaquero y extrae trescientos dólares que es todo lo que tiene – Toma amigo.

- Gracias Henry. En mis cosas tengo dinero, necesito un poco para llegar hasta allí, nada más. ¡Esto es mucho!

-  ¡Vamos!

Salen y comienzan a caminar ligero alejándose de la casa. A doscientos metros entran a un kiosco. Henry compra el mapa requerido y  además hace probar lentes oscuros y gorra a Martín y una vez elegidos, le aconseja que se los ponga pronto, mientras abren el mapa y miran estudiándolo.

- Por lo que veo, me parece que te conviene tomar primero dos conexiones de  metro y estás en el Aeropuerto. O puedes  hacer estas dos conexiones con el metro y luego con un autobús  que te deje cerca del Aeropuerto. Es la vía más directa que veo. Vamos que te acompaño hasta el metro.

A los treinta minutos, Martín está viajando solo en el metro. Se habían despedido los dos como amigos y ahora nuevamente está solo en busca de sus cosas. Y recuperadas sería diferente la huida, ya que tendría bastante dinero, sus ropas y todo lo demás que guardó en la mochila. El camino lo hace en etapas combinando viajes en metro y autobús.  Después de una hora y media de viaje, cansado y con hambre llega al lugar deseado y temido.

Desde unos mil metros de su objetivo, Martín comienza a acercarse caminando en círculos. Avanza cien metros y no sucede nada. Continúa caminando en círculo. Avanza doscientos metros y tampoco encuentra nada de temer. Avanza trescientos metros y pronto da vuelta todo su ser y entra al primer negocio que ve. Es una casa de deportes. Por suerte el hombre que atiende está ocupado con unas personas que están averiguando por unos equipos de golf. Con disimulo Martín mira  a su alrededor y en una camiseta se fija el precio como para disimular, pero en realidad, sus ojos están buscando dónde está el patrullero que vio doblar la esquina y venir hacia donde él estaba caminando.  No lo ve por ningún lado. Aguarda unos instantes más y luego sale mirando hacia ambos lados. No los ve. Piensa que seguramente han continuado su camino. Pero el susto fue grande. Avanza cuatrocientos metros, siempre en círculos y respira tranquilo. Nada lo perturba. Avanza quinientos… seiscientos…setecientos metros y el fuerte sonido de unas sirenas hacen que se detenga y ve cruzar la calle a toda velocidad un patrullero, detrás una ambulancia y detrás de ésta otro patrullero. Avanza ochocientos….novecientos metros y con mucha agitación interior, muy alerta  avanza los últimos cien metros y llega al lugar del escondrijo.

Nada. No ve absolutamente nada  sospechoso.

Los ojos de Martín miran fijo el edificio del estacionamiento que está a escasos cincuenta metros de sus pies. A escasos metros le están esperando sus cosas. Comienza a caminar observando cualquier coche oscuro que pase o personas sospechosa.  Su corazón late aprisa y decidido entra al estacionamiento. Se dirige hacia la oficina que ya conoce y con alivio ve que es el mismo hombre el que está trabajando  allí.  Golpea la ventanilla y el hombre levanta la mirada de los papeles que tiene en el escritorio. Por unos instantes lo queda mirando. Luego levanta la ventanilla.

- Hace once días alquilé un compartimiento para mi moto y cosas. La llave y el contrato está en el bolso que dejé acá. Puede verificarlo.

- Sí. Y hace once días que vinieron dos hombres de civil, en un coche oscuro, mostraron sus placas que trabajan para el gobierno, y también una foto tuya. Querían saber si habías dejado tu moto acá y otras cosas. Dejaron una copia de la foto y un teléfono para que sea la hora que sea, si aparecías les avisase. 

Martín lo mira muy fijo, traga saliva y su corazón palpita ligero. Mira a su alrededor esperando ver aparecer patrulleros o uniformados.

- Pero no te preocupes que no te delaté. No lo hice por ti. Sino por mí. Porque si cooperaba con ellos, no me dejarían en paz y me tendría que presentar todas las veces que me citasen a declarar. Además que saldría el nombre de mi estacionamiento en las noticias y eso es algo muy desagradable. Perdería clientes. Ya no estarían tan tranquilos al saber que hay un lío en el edificio. No sé ni me interesa lo que hiciste.  Así que muchacho, te pido que te lleves cuanto antes tu moto y cosas y nunca digas que estuviste acá.  ¿Prometido? Toma, acá tienes la otra llave. La moto está debajo del montón de ramas y cubiertas rotas, sucias, que está al fondo  La llevé allí para taparla con todas esas mugres.

- ¡Sí por supuesto! ¡Gracias igual! ¡Muchas gracias señor!

Martín no se hace rogar y rápido toma la llave que le da el hombre y con un poco de dificultad, corre hacia el lugar indicado. Con torpeza quita toda esa basura y  mira su querida moto. Con un trapo que ve tirado contra un bidón, la limpia un poco. La acaricia porque siente en su interior que por fin tiene otra vez algo que le pertenece desde hace tiempo. Algo que le pertenece a su ayer. Luego retira la mochila del compartimiento. Presuroso quita el abrigo y coloca su campera y rápido se cambia las zapatillas. Ahora si está más cómodo. Guarda las que le dio Dany, se coloca el casco y subiendo a su moto, arranca y llega hasta el hombre que está a la entrada-salida del estacionamiento. Se miran. Se saludan con la mano en alto y Martín parte veloz hacia la costa del estado. Piensa viajar por la carretera 1 y luego ver con cuál le conviene empalmar para así poder ir hacia el país de la familia de su madre: Venezuela.

A las dos horas y media de viaje, se detiene en una gasolinera y hace llenar con combustible el tanque de su moto. Había recorrido 240 km. Luego se dirige al motel que está al lado de dicha gasolinera. Dos camiones están aparcados a la derecha del motel y cuatro coches están aparcados en el estacionamiento. Deja allí su moto con el casco y las mochilas. Cansado, con mucha hambre entra. Tres hombres están sentados en la barra tomando cerveza. Una pareja sentada en una de las mesas de entrada comiendo. Camina hacia la mesa que está cerca de la ventana que da a la carretera. Saluda con la cabeza a dos camioneros que están comiendo y bebiendo porrones de cerveza, sentados dos mesas antes de la que el elige. Se sienta  y desde allí observa su moto. Se le acerca un hombre con cara muy curtida, que tiene puesto un delantal sobre su cintura. Es un  indio majo. Y Martín le pide perritos calientes con guarnición para comer y una coca cola bien fresca.

Terminada la comida, retira del bolsillo de su campera el mapa y observa por donde le conviene viajar. Piensa que es mejor  llegar a Bluefield, luego a Waynesville, continuar hasta Chattanooga, seguir hasta Lagrange, luego Columbus, mas tarde Dotan, continuar hasta Tallahasse, luego Florida y llegar a Miami. Aquí tiene dos opciones. Una es que desde Miami cruzar el golfo de México a La Habana y de allí  nuevamente cruzar el Golfo de México a Cancún. Seguir por tierra por Centroamérica y llegar a Venezuela.

La otra opción es que desde Miami cruzar el Golfo de México a Cuba. Y de Santiago de Cuba a Haití y  pasar a Santo Domingo. De allí cruzar el Mar Caribe y llegar a Puerto Rico. Luego llegar a las pequeñas islas de harlotte Amalie, Pilipsburg, Gustavia, Basseterre, Saint Kitts y Nevis, Plymouth, Base-Terre, Dominica, Martinica, Santa Lucìa, San Vicente y Las Granadinas, Granada, Trinidad y Tobago volver a cruzar el Mar Caribe y con inmensa felicidad llegar a Venezuela. Allí podría al fin encontrase con su amada madre. Sabe que será muy difícil el viaje, pero cree que es su única oportunidad.

-¡Cuánto te extraño madre querida! ¡¿Cómo estarás?!  Y yo….

Las palabras mueren en los labios de Martín al levantar la cabeza y mirar hacia fuera. Lo que ve lo deja sin habla. Un coche patrullero y dos policías. Uno de ellos está parado con la puerta del coche abierta y hablando por  radio. El otro está al lado de su moto observándola mucho. Martín guarda el mapa dentro del bolsillo de la campera, se levanta y camina hacia el indio majo que está limpiando la mesa en la que los dos camioneros habían estado comiendo. Le paga  el menú mientras pregunta:

-¿Dónde está el baño?

- Por ese pasillo, la puerta de la izquierda – dice señalándole con la mano hacia el bar.

Martín mira hacia el policía que está al lado de su moto y camina hacia el pasillo. Ve la puerta indicada pero también ve lo que estaba buscando: la puerta trasera para poder salir sin que sea visto. Recordó que había visto  los dos camiones al costado derecho del motel y que podrían servirle para poder esconderse detrás de ellos. Estaría en las espaldas de sus enemigos. Sale sigiloso y así lo hace. Despacio mira y ve que el policía que estaba parado al lado de su moto camina hacia la entrada del motel. Martín respira hondo. Sabe que tiene escasos minutos para actuar. Corre veloz hacia el otro policía que continúa parado hablando por radio. Lo sorprende porque cuando el policía se da vuelta y velocísimo saca su arma, Martín lo empuja violentamente dentro del coche cayendo sobre el.  Escupe sus ojos y golpea con su cabeza la nariz mientras lucha para quitarle el arma. Lo logra al introducirle un fuerte golpe de los dedos de su mano derecha en los ojos del policía. Escucha y ve venir corriendo con un arma en su mano al otro policía. Rápido agarra el brazo derecho de su enemigo y de un tirón saca afuera retorciéndole el brazo hacia atrás y colocándolo como escudo.

-¡¡ALTO!! ¡¡Tire el arma lejos!!

El policía lo mira y duda unos segundos pero al ver a su compañero herido y a Martín con el arma, lento baja su mano y arroja el arma no tan lejos. Se miran. Martín respira agitado y sin dudarlo destruye el aparato de radio del móvil con tres disparos ya que el primer tiro no dio en el blanco. Luego dispara a la rueda de adelante y atrás del móvil. Obliga a entrar en la parte de atrás del coche, es decir en el baúl al último policía y empujando al que tiene prisionero lo obliga también a entrar cerrando fuerte la puerta. Rápido retira las llaves del contacto y encontrando la del baúl cierra Este. Corre hacia su moto mientras guarda las llaves dentro del bolsillo de su campera, coloca casco y arranca partiendo a toda velocidad.

Y la gran moto le responde. Embriaga y pasa a segunda acelerando. Nuevamente embriaga y pasa a tercera acelerando mucho más. En menos de un pestañeo deja atrás doscientos metros de distancia. Sus ojos miran la carretera y el espejito retrovisor sin cesar. Escucha algo lejano, el sonido de las sirenas y le parece que vienen de diferentes puntos, mientras su pie hace los cambios a cuarta, acelera luego pasa a quinta y gana setecientos metros más en un suspiro. De pronto, sin ningún sonido de sirena que lo pudiese identificar, aparece de la entrada principal de una ciudad, girando a toda velocidad hacia la carretera, un coche patrullero. Los dos se enfrentan. Solo doscientos metros de distancia los separa. La policía frena y ladea el coche quedando atravesado en la carretera mientras rápido se bajan y dejan ambas puertas delanteras abiertas escudándose detrás de ellas, con armas en sus manos apuntándolo. Pero al ver el patrullero Martín rebaja, pasa con su pie el cambio a cuarta mientras rápido vuelve a rebajar a tercera y veloz está ante ellos. Decide arriesgarse y a escasos metros de ellos, dirige su moto hacia la banquina bajando directamente sobre ella. Continúa unos metros más así y luego sube a la carretera y comienza a embriagar y con su pie realizar rápidamente  los cambios a cuarta, luego a quinta y continúa cada vez a mayor velocidad. Martín mira que la aguja del marcador señala 160 km.

Su corazón late enloquecido. Desesperado mira hacia delante buscando dónde esconderse. Un fuerte calambre en su pie izquierdo le hace gritar de rabia y dolor. Siente una garra en su pie y el dolor es tremendo, pero tiene que lograrlo. Tiene que salvarse. No puede caer otra vez en sus manos. Lo matarían con torturas y el recuerdo de lo vivido le empuja a querer vencer.

-¡¡¡DIOS!!!

Grita con todas sus fuerzas al notar que quiere realizar un cambio y su pie izquierdo está como retorcido en las garras del calambre, y no puede hacerlo. Continúa y detrás de unos montes y colinas, ve una ciudad. Acelera y pronto llega a dicho lugar.

Rápido su pie, aunque con dolor, realiza los cambios, mientras reduce  la velocidad y dobla a la izquierda entrando en una ciudad desconocida. Se mezcla con el inmenso tráfico haciendo zig-zag entre los vehículos. Escucha detrás de él algo lejana la sirena del patrullero  y sus ojos miran hacia todos lados buscando dónde esconderse.  Al segundo escucha el sonido de una sirena que viene  de adelante suyo e instintivamente al llegar a la esquina, dobla hacia la izquierda, vuelve a doblar hacia la derecha  y recorriendo de esta manera, piensa que se alejó unos quinientos metros de la vía principal de dicha ciudad.  El sonido de las sirenas de los coches patrulleros le señala que están lejos, pero no tanto como el quisiera. Continúa internándose cada vez más en la ciudad y al doblar una calle en contramano casi choca contra un camión ya viejo que está estacionado. Ve que una joven está descargando unos bultos del acoplado frente a un portón abierto y un Sacerdote los recibía. Elude el vehículo y acelera enojado. Pero de pronto velocísimo su pie realiza los cambios y sus manos son garras en las palancas de los frenos trasero y delantero, provocando fuerte ruido de frenada y dejando un poco la marca del caucho sobre el asfalto y ladea su cuerpo y moto hacia su costado derecho. Gira y vuelve a rápido hasta donde está aparcado el viejo camión. Rebaja la velocidad y entra por el portón abierto dentro del enorme terreno mientras aminora la velocidad y frena. Baja de un salto mientras quita el casco y con él en la mano camina precipitadamente hacia una de las puertas que ve en la casa- Iglesia.

- ¡EH!, ¡Cuidado!- se escucha el grito de la joven – Pero… ¡¿Qué es èsto?!

 El joven Sacerdote sale de la casa y queda mirándolo con asombro.

 - ¡Por favor Padre ayúdeme! ¡Escóndame! ¡Soy inocente! ¡Me persiguen!

   El Cura continúa mirándolo y al escuchar las sirenas de los patrulleros, rápido lo toma del brazo y tira hacia dentro de la casa escondiéndolo. Pero Martín se da cuenta que la moto queda al descubierto y puede ser vista, se desprende de esas manos y tirando el casco contra el suelo, sale sin mas pérdida de tiempo y corre sintiendo puntadas de dolor debajo de sus pies, hacia su moto. La joven ya está en el terreno y enojada camina hacia él, pero Martín no le presta atención. Sujeta su moto y lleva hacia una galería casi cubierta. Allí no será notada. Y al darse vuelta ve que el Sacerdote está cerrando el portón, colocando unas palancas grandes y trabas de madera muy fuerte, con su debido candado. Luego en silencio hace señas a los dos jóvenes que entren a la casa.

- Bueno joven. Me debes una explicación. ¿Por qué huyes de la policía?

- ¿La policía te persigue? – pregunta sorprendida la joven.

- Si, pero no teman no…no soy ningún asesino ni ladrón ni violador ni…

- Esta bien, cálmate. Abril, permíteme estar a solas con este joven. Mira, hazme el favor de ir acomodando la mercadería y luego riega un poco la huerta ¿Quieres por favor?

- Si Padre Tiago. Solo una pregunta. ¿Y si vienen y preguntan por él?

- Tranquila. Si éste joven merece la ayuda del cielo, el Señor nos ayudará.

Una vez que quedaron solos. El Cura mira a Martín fijo por unos instantes y luego invita a hablar.

- Bien, cuéntame.

 Y Martín vuelca toda su tremenda realidad sintiéndose  terriblemente vacío.

- Bastante moviditos tus últimos días amigo. Pero cálmate, podrás quedarte aquí. Abril es la sobrina de la señora que viene a lavar y acomodar mis cosas y las de la iglesia y cuando puede, ella le ayuda. Te aseguro que podrás contar con sus silencios. Abril es una joven que como tú tuvo que huir. Ella de su país, Rusia. Es una de las tantìsimas víctimas de dicho país. Vive en carne propia las consecuencias de Chernovil. Cualquier conocido que venga y te ve, diremos que eres un hermano mío. Y con esto no miento porque en realidad Jesús así lo dejó dicho. Todos somos hermanos e hijos de Dios. Y ahora recuerdo que mañana a la noche, vienen tres amigos universitarios de Abril que cada quince días, nos reunimos a cenar en casa. Pero no te inquietes porque  son buenos jóvenes.

- Gracias Padre. Ni se imagina lo que significa para mí su ayuda. ¡Gracias! ¡Le puedo pagar por mi permanencia aquí! Ya le dije que tengo mucho dinero en la mochila Padre.

- Nada. No tienes que pagarme nada. Guárdalo para cuando lo necesites para tus cosas. Luego, a la noche hablaremos de lo que quieres decirme sobre ese informe que tanto proteges y que ya costó la vida a tu padre. Ahora ven que te muestro el cuarto donde podrás descansar. Y si deseas darte una ducha, hazlo. Estás en la casa de Dios. En tu casa. Y un favor Martín. No preguntes a Abril nada sobre el pañuelo que lleva puesto siempre sobre su cabeza. Si ella no te dice nada, tú, silencio.

- ¡Oh Padre! Y Martín no puede continuar hablando porque un nudo en su garganta le impide hacerlo.





































Eran ya pasadas las 21 hs y en la cocina estaban sentados tomando café el Cura y Martín. Para esa hora Martín ya conocía toda la casa e Iglesia. El huerto, las plantas frutales, las gallinas, gato y perro raza perro. Y aunque había en el lugar un aire de paz, Martín solo pensaba y pensaba en su desesperada situación. Se sentía acorralado y no estaba cómodo.

Ya estaba hecho. Ya le había  confiado al Sacerdote el informe secretísimo que su padre escribió. Y el silencio se había hecho presente.

- Entiendo por qué tanto te persiguen y quieren atraparte con el informe de tu padre, los militares. Sepan o no la gente del gobierno. Más que nunca tienes que esconderte y cuidar todos tus pasos porque quieras o no quieras ahora estás metido en una situación muy peligrosa para tu vida.

- ¡Le aseguro que mi mente es todo un pensar en cómo solucionar esto!

- Ya encontraremos dicha solución. No temas. ¿Comprendes lo que te digo? No temas. Pide ayuda a Dios y confía. Ahora te aconsejo que vayas a descansar. Demasiada adrenalina corrió hoy por tu cuerpo. Ve, descansa que mañana hablaremos.

- ¡Pero yo quisiera encontrar la solución ahora mismo Padre….!

- Para eso tienes que estar tranquilo, calmo. Y no lo estás. ¿Quieres pasar toda la noche hablando siempre sobre lo mismo, sin ningún provecho?  Así no se puede nunca encontrar una salida. Por eso te pido que vayas a descansar. Que confíes a Dios tu problema y con fe descansa. Tu cuerpo físico lo necesita.
Continuará...