22 horas de Israel. Sentada frente a su escritorio lleno de
papeles escritos, libros, fotos, ordenador personal y de investigación,
teléfono y muchos papelitos escritos en circunstancias que el tiempo y lugar
así lo han requerido, La Mujer apoya su rostro sobre sus delgadas y blancas
manos abiertas y mira sin ver lo que está frente a sus ojos.
La Mujer finaliza
de hablar por teléfono y su corazón, es decir, su mente elige que el espíritu
de discernimiento y el de reflexión puedan ingresar y de esa manera, con
sabiduría espiritual-terrenal, sus pasos comienzan a recorrer el camino que
está frente a ella.
La llamada al hombre erudito que vive en el País de Israel
fue muy reveladora y sus consecuencias muy exitosas. Pero también, muy arriesgadas.
La Mujer se da cuenta que cada paso que da para avanzar en su investigación, la
lleva a descubrir caminos peligrosos que
tiene que enfrentar. Y a pesar que la tremenda realidad golpea al mundo,
continúa en su escudriñamiento.
¡Esos nombres son tan poderosos! No tiene que caer en sus
manos. Tiene que estar alerta con sus ojos, oídos y voz. Las palabras que
emitan sus labios tienen que ser escuchadas por personas justas, decentes.
Con un poco de nerviosismo, vivencia lejana a ella, La Mujer percibe
que el material que posee es tremendamente turbulento. Cierra sus ojos y comienza
a armar un plan para que llegue a buen destino la información que tiene.
Han transcurrido catorce días. La Mujer tiene programado un contacto
con Sacerdotes y persona civil que están en la Santa Sede de la Ciudad del Vaticano.
La espera una reunión con personas que tienen conocimiento de sus investigaciones.
La Mujer aguarda dicho encuentro.
Continuará...