La Mujer está parada
delante de su escritorio mirando los diferentes mapas antiguos de lugares
bíblicos que están sobre dicho mueble que es de madera Pitiribí. También, hay
un ejemplar de la Sagrada Escritura, “Nueva Biblia de Jerusalén” de Desclée De
Brouwer y otros libros como por ejemplo “Antiguo Testamento” de la Beata Ana
Catalina Emmerick.
Observa el mapa que menciona al Monte Sinaí. El inconveniente
está en que aún existen dudas en el lugar exacto del Monte Sinaí. Hay tres
versiones diferentes del Sagrado sitio y La Mujer tiene que seleccionar uno de ellos. Y tiene que
escoger únicamente a una de las referencias que citan el lugar físico del Monte
Sinaí, porque solo en uno de ellos está escondida aún la primera Arca de la Alianza. Ya no contiene el Misterio
Sagrado que estaba guardado allí, pero sí, su envoltura. Tampoco tiene la vara
de Aarón y otros objetos Sagrados como la copa de los Patriarcas y vasos
Sagrados ni las Reliquias de la familia
de Jacob y de José ni los huesos Sagrados. Pero dicha Arca Primera de la Alianza,
continúa siendo Santa, Sagrada, por eso es que la escondió el Profeta Jeremías
en el Monte Sinaí.
Las palabras de la Beata Ana Catalina Emmerick dicen así:
“La misma noche en que Moisés rescató el misterio del cuerpo de José, se
construyó la caja en forma de sarcófago, de oro, en la cual se guardó el
misterio a la salida de Egipto. Debía ser tan grande que pudiera caber un
hombre dentro; debía ser como una iglesia para ellos y un cuerpo. Fue en la
misma noche que debían teñir con sangre las puertas. Al ver la rapidez con que
trabajaban en esta caja, pensé en la santa cruz, que también fue
apresuradamente hecha la noche antes que muriera Cristo en ella. El arca era de
chapas de oro y tenía la figura de un sarcófago de momias egipcias. Era más
ancha arriba que abajo; arriba tenía la figura de un rostro con rayos de luz y
a los costados los espacios de los brazos y de las costillas. En medio del arca
se puso una cajita de oro que contenía el sacramento o misterio que Sémola
había sacado del sepulcro de José. En la parte inferior se pusieron vasos
sagrados y las copas de los patriarcas, que Abraham había recibido de
Melquisedec, y heredado con la bendición de la primogenitura. Tal era el contenido
y la forma de la primera Arca de la Alianza, que estaba cubierta con un paño
colorado y encima otro blanco. Recién en el monte Sinaí se construyó el arca de
madera, forrada de oro por fuera, en la cual se encerró el sarcófago de oro con
el sacramento o misterio. Este sarcófago no alcanzaba más que a la media altura
del arca y no era tampoco tan largo como ella; había aún lugar para dos
pequeños recipientes, en los cuales había reliquias de la familia de Jacob y de
José, y donde más tarde entró la vara de Aarón. Cuando esta Arca de la Alianza
se colocó en el templo de Sión, sufrió cambios en su interior: se sacó el
sarcófago y se puso en su lugar una figura pequeña del mismo, hecho con una
materia blanca.
Desde niña había visto
muchas veces el arca y todo lo que ella contenía por dentro y por fuera, como
las cosas que se iban añadiendo. Solían poner adentro todas las cosas sagradas
que conseguían. Con todo, no era pesada pues se podía llevar con facilidad. El
arca era más larga que ancha; el alto era igual que el ancho. Tenía abajo una
moldura sobresaliente como pie. La parte superior tenía un adorno de oro muy
artístico de medio codo de largo; aparecían allí pintadas flores, volutas,
caras, soles y estrellas. Todo estaba muy bien trabajado, y no sobresalía mucho
sobre el borde superior del arca. Debajo, al final de los costados, había dos
anillos donde se ponían los palos de las andas. Las demás partes del arca
estaban adornadas con toda clase de figuras de madera de color, maderas de
Sitim y oro. En medio del arca había una puertecita pequeña, que no se notaba
casi, para que el sumo Sacerdote pudiese sacar y volver a poner el sacramento o
misterio cuando estaba solo para bendecir o profetizar. Esta puerta se abría en
dos hacia el interior y era de tal modo que podía el sacerdote meter su mano.
La parte por donde corrían los palos de las andas estaban algo elevadas, para
que dejaran descubierta la puerta. Cuando se abrían ambas hojas hacia adentro,
se abría al mismo tiempo el dorado recipiente, rodeado de cortinas, como un
libro, mostrando el sacramento o misterio que allí estaba. Sobre la cubierta
del arca se levantaba el trono de la gracia. Era una plancha cubierta de oro
que contenía huesos sagrados, grande como la misma tapa, sobresaliendo sólo un
poco de ella. De cada lado estaba sujeta con cuatro clavos de madera de Sitim,
que entraban en el arca, y de tal manera, que se podía, a través de ellos, ver
el interior. Los clavos tenían cabezas como frutas; los cuatro tornillos
exteriores sujetaban los cuatro lados del arca; los cuatro interiores se perdían
adentro.
A cada lado del trono
de la gracia estaba sujeto un querubín del tamaño de un niño. Ambos eran de
oro. En medio de este trono de gracia había una abertura redonda, como una
corona, y del centro subía una pértiga que terminaba en una flor de siete
puntas. En esta pértiga descansaban la mano derecha de un querubín y la
izquierda de otro, mientras tenían extendidas las otras dos manos. Las alas
derecha del uno e izquierda del otro se unían elevadas y las dos alas restantes
caían sobre el trono de gracia. Las manos extendidas de los querubines estaban
en posición de advertir y avisar. Los querubines estaban sobre el trono de
gracia apoyados con una rodilla; las otras, sobresalían del arca. Sus rostros y
miradas estaban vueltos hacia fuera del santuario, como si temieran mirarlo.
Llevaban un vestido solo, de medio cuerpo. En los largos caminos se solía
sacarlos de sobre el arca y llevarlos aparte. He visto que arriba, donde terminaba la pértiga en siete puntas, quemaban los
sacerdotes en el fuego una materia oscura, como un incienso sagrado que
sacaban de una caja. He visto también que a menudo salían rayos de luz del
interior hacia el exterior de la pértiga y otras veces bajaban del cielo rayos
de luz que estaban adentro. Otras veces, luces a los lados, indicaban el camino
que debía recorrerse en las peregrinaciones. Esta pértiga entraba en el
interior del arca y tenía unos sostenes, de donde estaban suspendidos el vaso
de oro del sacramento o misterio y sobre él, las dos tablas de la Ley. Delante
del sacramento colgaba un vaso del maná.”
Llaman a la puerta de entrada de su hogar y camina hacia el
living, mientras a través de las cortinas blancas que cubren el ventanal, que
es una puerta-balcón de 2x2metros, ve que es Ricardo quien llama. Abre e invita
a pasar.
Ricardo mira sonriente los mapas, libros, Ordenador, fotos
satelitales que hay sobre el escritorio.
-¿Cómo va todo?- Pregunta.
-¡Tengo un peludo! ¡Disculpa por favor! ¡Qué grosera soy! –Exclama
pronto La Mujer colocando su mano derecha sobre su rostro.
-No es nada. No se preocupe. Creo que debe estar un poco
mareada con la decisión que tiene que tomar – Comenta riendo él – Para que
usted haya dicho esa palabra. Que para mí es lo más común, pero sé que su forma
de expresarse no es esa.
- Es que no existe una seguridad del ciento por ciento del lugar exacto del Monte Sinaí. Sólo versiones. Y si miramos este mapa –Señala uno de ellos – “Puede” ser el que más adictos tiene. Es decir el más común. Pero dicha señalización no es segura. Aquí tienes este otro mapa con vías alternativas
- Es que no existe una seguridad del ciento por ciento del lugar exacto del Monte Sinaí. Sólo versiones. Y si miramos este mapa –Señala uno de ellos – “Puede” ser el que más adictos tiene. Es decir el más común. Pero dicha señalización no es segura. Aquí tienes este otro mapa con vías alternativas
Pero supongamos que
acepto éste lugar – Señala el primer mapa- La base de Monte Sinaí, es muy
extensa. Mi pregunta es ¿En qué lugar de ese amplio Monte, escondió Jeremías el
Arca? Y miremos este otro mapa.
La Mujer señala uno separándolo del resto de los demás mapas.
-Cuando el Profeta Jeremías dio la orden de retirar el
Arca de Jerusalén y esconderlo en el Monte Sinaí, los que realizaron tal
traslado, tienen que haber caminado más o menos 509 kilómetros. Es lo que hay
desde Jerusalén al Monte Sinaí. Y tal trayecto se hizo en secreto. Entonces si recorrió de Norte a Sur directo, pienso,
quiero creer que no estuvieron revisando tooodo el Monte para enterrar la
Sagrada Arca. Lo lógico es que buscaron sí, eligieron un lugar perfecto, pero
tiene que haber sido del lado de la cara que da a la ruta que ellos venían
caminando. Es decir Norte-Sur ¡Y ni hablemos de las rocas de diferentes tamaños
que se hallan en todo ese lugar físico!
-Pero el Arca era grande, ¿Cómo la escondieron? –
Pregunta Ricardo.
-Bienvenido a preguntas sin respuestas. Si hallo una
posible manera de cómo fue su escondite, entonces puedo hallar el lugar de
dicho escondite. Sucede que me molestan mucho esas piedras que están en el
Monte. Creo que tiene que existir una cueva profunda y grande para guardar allí
el Arca. Y la tapiaron.
-¿Cómo la cueva de Elías?
-Fue una gruta,
otros denominan caverna donde descansó el Profeta Elías. Allí hay una capilla.
Y está a mitad del camino a la cima del Monte. Pero no. Tiene que ser mucho más
grande. Tienen que haber podido ingresar
las cuatro personas que llevaban el Arca y dejarla en suelo seguro, firme. El
Arca de por sí, ya ocupa bastante espacio.
-¿Quiénes escondieron
el Arca allí?
-La tribu de Leví era
la encargada de llevar sobre sus hombros el Arca Sagrada. Desde un principio
Dios eligió a dicha tribu para ser donada a Aarón y sus hijos que fueron
Sacerdotes. Esta tribu de Leví a su vez tenía clanes que fueron los Queatitas,
Guersonitas y Meraritas. Clanes y familias de cada uno de ellos, fueron
elegidos por Dios, para prestar servicio a la Tienda del Encuentro y todo su
contenido. Los Queatitas eran los
encargados de llevar sobre sus hombros la carga Sagrada, pero no podían mirar
ni tocar las cosas Sacratísimas. Y luego llevaban y custodiaban el Arca de la
Alianza. Lo hicieron hasta el tiempo de Herodes. Mira estos mapas.
Y profundizando con
google earth, después de horas y horas de estudiar, mirar y observar de diferentes
puntos, noté algo muy, pero muy muy llamativo. Como me costaba creer lo que
creo que es, volví a revisar paso por paso toda esa zona del Monte y me costó
hallar de nuevo lo que pienso que es.
-¿Y qué es? – Pregunta
Ricardo mirando los mapas.
-…Creo que es una
cueva….